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Yo no puedo consentir en mi familia un degenerado y le he de matar más tarde o más temprano con este cuchillo. ¡No! ¡No mates a papá! exclamó el chico aterrado, viendo a su abuelo blandir el arma con ademán sanguinario. ¡Silencio! profirió con voz ronca aquél.

Lázaro, después de la visita de su tío, había caído en lúgubre abatimiento. Aquella fiebre angustiosa que llenaba la imaginación de alucinaciones terribles, haciéndole sufrir tan grandes tormentos, había degenerado en lento marasmo, en un letargo moral que le embrutecía.

Mas abajo se encuentra el lago, de un kilómetro de longitud ó poco mas, y unos 250 metros de anchura, cuya graciosa cuenca formada por peñascos está rodeada de praderitas y cortijos. El lago de Alpnach, que en otro tiempo estuvo, sin duda, completamente aislado, ha degenerado en golfo del de los Cuatro-Cantones.

Y que no se objete, como hacen los defensores del teatro moderno, que, habiendo degenerado tanto el gusto del público, es preciso atenerse á sus pretensiones, porque esos directores de escena son sólo los responsables de la decadencia de ese gusto, á causa del alimento corrompido que les sirven sin descanso, y porque de ellos también depende purificarlo y elevarlo.

De su arrojo siempre han dado y siguen dando pruebas, y no sería justo creer que por el entendimiento y la inspiración estén por bajo de los hombres de otros países. Creer esto equivaldría á creer que en nuestro país ha degenerado la especie humana, porque no ha de suponerse que tengan los uniformes la deplorable virtud de entorpecer y de incapacitar á quienes los visten.

Meléndez castiga severamente al degenerado joven, pero cree al mismo tiempo que ningún hijo es capaz de cometer tales atentados contra su padre, é intenta averiguar de Elvira si ha sido otro el que lo engendró. Espíala en sueños, y sabe entonces la afrentosa astucia de su alférez Gómez de Melo.

D. Quijote, , es él mismo dijo el inglés . D. Quijote degenerado y nacido de cruzamientos, pero que algo conserva de la generosa sangre del padre, como el mulo lleva en un poco de la dignidad y nobleza del caballo. ¡Cómo! ¿Llama usted mulo a un hombre como yo? exclamó Congosto requiriendo coléricamente la espada.

¿Qué ocurre? ¿qué hay? continuó Sandy con voz aguardentosa. ¡Levántese, hombre degenerado! dijo exasperada. ¡Levántese y váyase a casa! Sandy se levantó zigzagueando. Medía seis pies de altura; doña María temblaba. Sandy adelantó con ímpetu algunos pasos y parose de súbito. ¿Por qué me he de ir a casa? preguntó de repente con seriedad.

Por el contrario, en varios párrafos del último capítulo de su libro, donde expone su doctrina, pinta con tan negros colores la sociedad del día, que si nos allanásemos hasta creerle, aseguraríamos que el género humano, en vez de adelantar moralmente, ha degenerado o se ha pervertido. La culpa principal de degeneración tan lastimosa es, según el Sr.

Bella y soberanamente grandiosa es en este drama, uno de los más notables de nuestro poeta, la manifestación de la senda misteriosa, que recorre la justicia divina para castigar al culpable; y es también excelente la pintura que hace de la fuerza secreta de la sangre, que retiene la mano, ya levantada, del hijo degenerado cuando se presenta su verdadero padre, y maltrata al putativo.