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El oro abunda particularmente, estendiéndose sobre una superficie considerable: se encuentran muchas minas de lavadero, ó aventaderos de este preciado metal, en las cercanías de Suches, donde los Incas las beneficiaban antiguamente, y siguen hoy beneficiándola los actuales moradores; pero la carestía de agua es un grande obstáculo para este género de laboreos.

A la izquierda se alzaban el granero y el lagar; a la derecha, las cuadras y el palomar, cuyo negro mojinete se destacaba del cielo obscuro y tormentoso; por último, frente por frente a la puerta, se hallaba el lavadero.

Empezó luego a registrar los pliegues de su blusa entre extrañas contorsiones y muecas. Después de algunos momentos, sacó de Dios sabe dónde un delantal de niña, que colocó sobre el cesto, diciendo: Olvidar una pieza lavadero. Y comenzó de nuevo su registro. Por último, el éxito coronó al parecer sus esfuerzos; sacó de su oreja derecha un pedazo de papel de seda pacientemente arrollado.

Uno de los mocosos arrastraba su panza por el suelo, abierto de las cuatro patas; el otro cogía puñados de arena y se lavaba la cara con ella, acción muy lógica, puesto que la arena representaba el agua. «Vamos, hijos, quitaos de en medio les dijo Guillermina a punto que la zancuda destruía con el pie el lavadero, gritando : Sinvergüenzonas, ¿no tenéis otro sitio donde jugar? ¡Vaya con la canalla esta...!». y echó adelante resuelta a destruir cualquier obstáculo que se pusiera al paso.

Muy cerca del estanque, un lavadero mostraba a los cielos sus aguas de un azul de turquesa, rodeadas por una valla hecha de juncos y de herbajes.

Hambre todos los días, paliza todas las semanas, viviendo en uno de esos caserones que parecen colmenas obscuras; frío en el lavadero para ganarse una mala libreta, y como término, la muerte en el hospital. ¡Anda y toma albañilillo!

Desde el lavadero público hasta el alto de Agua santa, ameno y risueño, se había esparcido la gente, sentándose, si podía, a la sombra de un vallado o en la pendiente de un ribazo, y si no, donde Dios quería, al raso, sin paraguas ni quitasol.

Estos Puelches son pocos, parciales de los españoles, y cristianos reducidos en doctrina, pertenecientes al Obispo de Chile. En la tierra de estos Puelches hay un rio hondo y grande, que tiene lavadero de oro. Caminando otras cuatro leguas hay un rio llamado de Azufre, porque sale de un cerro ó volcan, y contiene azufre.

No quedaban de él más que tres pilastras, en parte sumergidas, que el agua cenagosa del foso ensuciaba de residuos espumosos. No qué idea me vino de esconderme allí por el resto del día. Pasé del uno al otro pilar y me escondí en aquel recinto ruinoso, los pies tocando la corriente en la semioscuridad lúgubre del vasto y profundo foso por donde corrían las aguas del lavadero.

Es nuestra Dirección General de Higiene: los lavaderos, el taller de planchado y el gimnasio, con un sinnúmero de aparatos movidos por la electricidad, invenciones diabólicas que le estiran a usted, le encogen, le rascan la espalda y le cosquillean como un rosario de hormigas. ¡Cosa de ver el lavadero, amigo Ojeda! continuó tras una pausa . ¡Lástima que esté ahora cerrado!