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Ninguna noche se había visto tan lleno el fumadero. Los sirvientes corrían azorados, no sabiendo adónde acudir entre tantos y tan contradictorios llamamientos. Sonaban frecuentemente estallidos de tapones. El champán desbordaba de las copas, corriendo sobre las mesas en raudales espumosos.

Delante la gran Peña-Mea que parecía echárseles encima; detrás verdes praderas en declive, torrentes espumosos, gargantas estrechas, sombra, frescura, gratos olores, un silencio augusto y solemne que sólo interrumpían de vez en cuando las esquilas del ganado ó el lejano chirrido de alguna carreta. La brisa, cargada de aromas, templaba el rigor de los rayos solares.

El príncipe, si no asistía á un concierto, se quedaba con Novoa y el coronel en una loggia del piso alto, contemplando el mar. La guerra había poblado esta parte del Mediterráneo. En tiempos normales era un mar desierto y monótono, sin otros incidentes que el revuelo de las gaviotas, los espumosos saltos de los delfines y algún que otro trapo de barca pescadora.

El arroyo, en vez de desatarse sereno y cristalino como abajo, se despeñaba en espumosos tumbos asordando á los viajeros, los cuales se detenían con frecuencia á tomar aliento. Con el pecho anhelante y las mejillas pálidas, quedábanse uno frente á otro sonriendo. ¿Estás fatigada? Algo. ¿Quieres que te lleve en brazos un poquito?

Ferragut salió despedido como un proyectil, cayendo en los espumosos remolinos, y al caer tuvo la percepción de que rodaban igualmente, llovidos en el mar, hombres y toneles. Vió blancuras burbujeantes y simas negras. Se sintió empujado por fuerzas contradictorias. Unas tiraban de su cabeza y otras de sus pies en sentido inverso, haciéndole voltear como la saeta de un reloj.

No quedaban de él más que tres pilastras, en parte sumergidas, que el agua cenagosa del foso ensuciaba de residuos espumosos. No qué idea me vino de esconderme allí por el resto del día. Pasé del uno al otro pilar y me escondí en aquel recinto ruinoso, los pies tocando la corriente en la semioscuridad lúgubre del vasto y profundo foso por donde corrían las aguas del lavadero.

Ofrece, por último, respiracion difícil con necesidad continua de inspirar, opresion violenta, sensacion como si la respiracion se suspendiese; dificultad de respirar acompañada de lagrimeo, de vómitos espumosos, quejidos, palpitaciones de corazon, postracion y temblores; la boca y la nariz se llenan de saliva: estos síntomas completan el cuadro de las afecciones crupales.

La palidez de la cara es sucia, las fuerzas están disminuidas, las secreciones aumentadas, escepto el sudor; hay á veces irritacion de la uretra, que produce disuria; la diarrea es persistente, frecuentemente con irritacion en el ano y espulsion de líquidos sanguinolentos ó espumosos.

Le faltaban a la pobre aquellos estampidos de la borrasca en la boca de la chimenea, que arrojaban sobre los recogidos llares costras de hollín tan grandes como la palma de la mano; aquel redoblar de los granizos en las puertas y en las ventanas de la casona; aquel chorreo incesante de los goteriales del tejado, y aquel fluir de los aguaceros por patios y corraladas, en regatos espumosos que se despeñaban después por los declives de afuera buscando el río que ya no cabía en su cauce.

A veces también, encerrado bajo la masa del agua, arrastra torrentes espumosos que se ven entre ella escurrirse á lo largo de la roca como blancos espectros; bastante lejos, delante de la caída, continúa el torbellino del arroyo.