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22 He aquí que Dios es excelso con su potencia; ¿qué enseñador semejante a él? 23 ¿Quién le ha prescrito su camino? ¿Y quién le dirá: Iniquidad has hecho? 24 Acuérdate de engrandecer su obra, la cual contemplan los hombres. 25 La cual vieron todos los hombres; y el hombre la ve de lejos. 28 cuando gotean de las nubes, gotean sobre los hombres en abundancia.

Doña Paula sonrió, sin que su hijo lo notase. «Así te quiero» pensó, y siguió diciendo: Pero el único flaco que podemos presentarles es este, Fermo; bien lo sabes; acuérdate de la otra vez. Aquella era una... mujer perdida. Pero te engañó ¿verdad? No, madre; no me engañó; ¿qué sabe usted? Los ojos de doña Paula eran un par de inquisidores. Aquello de la Brigadiera nunca había podido aclararlo.

No tengo derecho para ser severo... Pero si hubieras dejado detrás de ti algún remordimiento... Llegaban a un claro rodeado de hayas gigantes que el sol acribillaba con sus flechas de oro... «Acuérdate» decía el astro ardiente con sus lenguas de fuego. «Acuérdate» repetía el murmullo de los árboles, majestuosos testigos del pasado.

La verdad... es... que no tengo sombrero... para hacer... el viaje a Lourdes... Los que tengo... son... muy antiguos... Hazme el favor... de escribir... a Luisa... y que me envíe... uno, de novedad... también... necesitas un vestido... Encárgalo..., hija mía..., encárgalo. Mamá, deja las vanidades del mundo... Acuérdate de Dios... Mira que vas a comparecer muy pronto a su presencia...

Lo dudo, Pepe... ¿También a esa la encuentras peros?... La encuentro calabazas, Pepe... Butrón, muy incomodado, dio media vuelta diciendo que más bien serían camuesas, y el señor Pulido, sin perder su paz, repitió muy bajito: Digo calabazas, porque no vendrá, Pepe... ¿Que no vendrá?... Es muy propensa a constipados... Acuérdate de la última junta, Pepe.

14 Acuérdate de , oh Dios, en orden a esto, y no raigas mis misericordias que hice en la Casa de mi Dios, y en sus guardas. 16 También estaban en ella tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en sábado a los hijos de Judá en Jerusalén.

Blasfemas calificando de sandio y de mezquino al amor, germen fecundo de virtudes y de grandes acciones. Acuérdate de la divina fábula de Esopo. Amor bajó del Olimpo para consolar al linaje humano. En el banquete de los dioses faltó la antigua alegría porque Amor estaba ausente.

Y todo se había arreglado. De modo pregunté mordida en el corazón por una secreta angustia, que no se ha tratado de ... Nada de eso respondió la abuela. Acuérdate de la declaración de principios del señor Baltet... Creo que hablaba de exterminar a todo intermediario en un asunto matrimonial... No era este el caso de probar... Mejor respondí; me quitas un gran peso...

¡ soldado! exclamó el cura; pero no eran esas las miras de tu padre... Muchas veces, en presencia mía, tu padre hablaba de tu porvenir, de tu carrera: debías ser médico, como él, médico de aldea, médico de Longueval... y como él asistir a los pobres, y como él cuidar a los enfermos. Juan, hijo mío, acuérdate. Me acuerdo, me acuerdo.

¡Sálvame, amor mío! seguía gimiendo el susurro implorante . Olvida quién soy... Piensa únicamente en la de Nápoles... en la que conociste en Pompeya... Acuérdate de nuestra felicidad á solas, de las veces que me juraste no abandonarme nunca... ¡ eres un caballero! Calló un momento la voz. Ferragut oyó pasos al otro lado de la puerta. Tòni cumplía sus órdenes.