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Dame acá; muchas gracias Nela dijo el muchacho incorporándose para tomar la moneda . Cuarto a cuarto, ya me has dado al pie de treinta y dos reales.... Aquí lo tengo en el seno, muy bien guardadito en el saco que me diste. ¡Eres una real moza! Yo no quiero para nada el dinero. Guárdalo bien, porque si la Señana te lo descubre, creerá que es para vicios y te pegará con el palo grande.

Eso lo dirán los libros, que según dice la Señana, están llenos de mentiras. Eso lo dicen la fe y la razón, querida Nela. Tu imaginación te hace creer mil errores. Poco a poco yo los iré destruyendo, y tendrás ideas buenas sobre todas las cosas de este mundo y del otro.

Al decir esto, la Nela revolvía sus ojos con desvarío en derredor de ... Observándose a misma de la manera vaga que podía hacerlo, pensó de este modo: A me pasa algo. ¿Qué tienes, Nela?, ¿qué te pasa, chiquilla? le dijo la Señana, notando que la muchacha miraba con atónitos ojos a un punto fijo del espacio . ¿Estás viendo visiones, marmota?

Señora y madre mía, ¿será verdad que hoy vas a consolarme?... ¿Y cómo me vas a consolar? ¿Qué te he pedido anoche? ¡Eh!... chiquilla gritó la Señana con voz desapacible, como el más destemplado sonido que puede oírse en el mundo . Ven a lavarte esa cara de perro. La Nela corrió. Había sentido en su espíritu un sacudimiento como el que produce la repentina invasión de una gran esperanza.

Debe decirse, tocante a las facultades intelectuales del señor Centeno, que su cabeza, en opinión de muchos, rivalizaba en dureza con el martillo-pilón montado en los talleres; no así tocante a las de Señana, que parecía mujer de muchísimo caletre y trastienda, y gobernaba toda la casa como gobernaría el más sabio príncipe sus Estados.

En cuanto al pasto intelectual, la Señana creía firmemente que con la erudición de su esposo el señor Centeno, adquirida en copiosas lecturas, tenía bastante la familia para merecer el dictado de sapientísima, por lo cual no trató de atiborrar el espíritu de sus hijos con las rancias enseñanzas que se dan en la escuela.

El día en que semejante ser tuviera una idea propia, se cambiaría el orden admirable de todas las cosas, por el cual ninguna piedra puede pensar. Las relaciones de esta prole con su madre, que era la gobernadora de toda la familia, eran las de una docilidad absoluta por parte de los hijos y de un dominio soberano por parte de la Señana.

Los dos aventureros levantáronse al rayar el día y cada cual fue por su lado: Celipín a su trabajo, la Nela a llevar un recado que le dio Señana para la criada del ingeniero. Al volver encontró dentro de la casa a la señorita Florentina que la esperaba.

O como estas: «Señores diputados que dijeron ...» «Ayer celebró una conferencia», etc. Los dedos de Señana sumaban, y el de Sinforoso Centeno seguía tembloroso y vacilante los renglones, para poder guiar su espíritu por aquel laberinto de letras.

En el entendimiento de la Señana se verificaba una espantosa confusión de ideas, un verdadero cataclismo intelectual, un caos, al considerar que aquellas piedras blancas y finas eran el sepulcro de la Nela. Si ante la Señana volara un buey o discurriera su marido, ya no le llamaría la atención.