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3 Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré a ti. 5 El que venciere, será así vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

A ver si cuando salgas de esta, te sirve de escarmiento». Mauricia se volvió para Fortunata, que se había sentado junto a la cabecera; la miró mucho, sin decir nada; después clavó sus ojos en el techo, rezongando: «... bien mala he sido, bien re-mala...». Y vuelta otra vez hacia su amiga, le dirigió estas palabras: «Oye , arrepiéntete... pero con tiempo, con tiempo.

16 Arrepiéntete, porque de otra manera vendré a ti presto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. 17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Al que venciere, daré a comer del Maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un Nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.

Fortunata no decía nada. La enferma se inclinó hacia ella, y dándose unos aires evangélicos, en el tono que podría emplear un pastor de almas, le amonestó así: «Arrepiéntete, chica, y no lo dejes para luego. Vete arrepintiendo de todo, menos de querer a quien te sale de entre ti, que esto no es, como quien dice, pecado.

Perdona si mis palabras te han ofendido. Fernanda hizo una mueca de desdén y se alejó exclamando: ¡Arrepiéntete, pecador, que el infierno tienes delante! ¡El infierno! Esta palabra, soltada a la ligera, como broma, hizo dar un vuelco a su corazón; despertó la preocupación constante de su existencia desde hacía algún tiempo. Todos los Gayoso habían vivido bajo la influencia de esta idea funesta.

En un momento que cogió a Fortunata sola, le dijo temblorosa: «Arrepiéntete de todo, chica, pero de todo... Somos muy malas... no sabes bien lo malas que somos». iii Se acercaba la hora, y en el patio sonaba el rumor de emoción teatral que acompaña a las grandes solemnidades. El pueblo ocupaba el sitio infalible que la curiosidad dispone.

Vuélvete del furor de tu ira, y arrepiéntete del mal de tu pueblo. 14 Entonces el SE

, mamá... ..., te mueres repuso la joven con el rostro encendido, llena de sobresalto y congoja, temiendo que no estuviese bien preparada . Arrepiéntete de los pecados que hayas cometido... ¿No es verdad que te arrepientes y pides perdón de ellos al Señor?... ..., murmuró la enferma.

22 Arrepiéntete pues de ésta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te será perdonado este pensamiento de tu corazón. 23 Porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. 24 Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por al Señor, que ninguna cosa de éstas que habéis dicho, venga sobre .

5 Por lo cual ten memoria de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te enmendares. 6 Mas tienes esto, que aborreces los hechos de los nicolaítas, los cuales yo también aborrezco.