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Y de pronto un aullido corto, metálico, de atroz sufrimiento, tembló bajo el corredor. ¡Federico! la voz traspasada de emoción de mamá ¿sentiste? respondí, deslizándome de la cama. Pero ella oyó el ruido. ¡Por Dios, es un perro rabioso! ¡Federico, no salgas, por Dios! ¡Juana! ¡Dile a tu marido que no salga! clamó desesperada, dirigiéndose a mi mujer.

A ver si cuando salgas de esta, te sirve de escarmiento». Mauricia se volvió para Fortunata, que se había sentado junto a la cabecera; la miró mucho, sin decir nada; después clavó sus ojos en el techo, rezongando: «... bien mala he sido, bien re-mala...». Y vuelta otra vez hacia su amiga, le dirigió estas palabras: «Oye , arrepiéntete... pero con tiempo, con tiempo.

Vámonos, vámonos; estás libre; he traído la orden yo misma, y nadie puede impedirte que salgas; nadie, como no sea Dios, me volverá á separar de ti. ¿Quién te ha dado esa orden, Clara mía? dijo don Juan acordándose á pesar de todo de la pobre Dorotea. ¡La reina! contestó doña Clara ; no por qué medio: anoche yo me arrojé en balde á los pies de su majestad: en balde la reina suplicó al rey.

JOAQUÍN. No he tenido el gusto de ver a su señoría. ISIDORA. ¡Cuánto he andado, cuánto he corrido hoy!... He vuelto a casa de Emilia para ver a Riquín. JOAQUÍN. Has hecho bien en dejarle allí. En ninguna parte estará mejor. Dios de mi vida, ¡qué angustia! Déjame, que yo iré arreglando las cosas. Por de pronto es preciso que salgas de aquí.

Una cosa te pidiera, Si en esa tu condicion Una sombra de razon Por entre mil sombras viera, Y es, que pues fuiste la causa De acabarme y destruirme, En el contino herirme Hagas un momento pausa. Yo no te pido que salgas De mi pecho, pues no puedes, Antes te pido que quedes, Y en este trance me valgas.

Lo que yo quiero es que salgas de tu cubil, ¡pobre alma entristecida! ¡infeliz corazón herido!... Te figuras que la tierra está de luto, que la belleza se ha cubierto de un velo, que todos los rostros están bañados en lágrimas, que ya no existen esperanzas ni alegrías, ni afanes colmados porque la suerte te es adversa.

Habría querido dejarme caer nuevamente con los ojos cerrados en la esquina del sofá y fingir todavía un poco el desvanecimiento, pero me levanté vivamente y dije: Creo que Marta no cerrará los ojos esta noche; esperará el momento en que salgas de la casa. Querrá verte partir; como su habitación da al jardín, vendrá a la tuya o a la que está al lado.

Malditas sean dijo la condesa , si han nacido para ser tan desventuradas. Ello es necesario, señora, que yo salga de aquí dijo Quevedo, acabando de perder completamente la paciencia. Por lo mismo que quieres salir, yo no quiero que salgas, y no saldrás. No me obliguéis á cometer una villanía. Será necesario que me mates, y nada me importa morir; ¿no te he dicho que estoy desesperada?

Me alegro; es preciso que salgas de aquí. Comprendo lo que ha pasado; todo lo ; en la botica me lo dijeron todo. Yo hablaré con Castro y le diré cuántas son cinco. Nada de eso me ha causado extrañeza; me lo esperaba yo. Por eso te recomendé que no dijeras nada, y te dije: «¡ChitónAsí es Castro Pérez.

Entonces el Creador, compadecido, arroja en las olas una tabla: Esta tabla, que fragmento Es de un arca milagrosa, Y algún día podrá ser Sepas de quién es sombra, Te valga para que salgas, Salvando en ella las pocas Reliquias que de la vida Le van quedando á mi esposa, Que es la diferencia que hay En los duelos de la honra Entre Dios y el hombre, pues Si á los dos vengarse toca, Se venga uno cuando mata, Pero otro cuando perdona.