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Dios me es testigo de que no sé a qué vienen las airadas palabras de su señoría murmuró el cura, intimidado por los impertinentes conceptos de Arriaga. Yo me entiendo y bailo solo, señor don Carlos.
Serviré fielmente á vuestra señoría. Y como os quejáis de haber hecho gastos... Yo no me he quejado, aunque los he hecho... Tomad. El padre Aliaga abrió un cajón y sacó un centenar de escudos que dió al cocinero. ¡Ah! ¡señor! dijo Montiño ; yo no tomaría esto, si no fuera porque estoy pobre. Y en aquellos momentos el cocinero mayor decía la verdad sin saberlo.
Por estas y otras niñerías estuvo preso; aunque, según a mí me han dicho después, salió de la cárcel con tanta honra, que le acompañaron docientos cardenales, sino que a ninguno llamaban señoría. Las damas diz que salían por verle a las ventanas, que siempre pareció bien mi padre, a pie y a caballo. No lo digo por vanagloria, que bien saben todos cuán ajeno soy de ella.
Si pasaba un soldadico: «¡Ah, señor capitán!», decía; y si otro hombre cualquiera: «¡Ah, señor caballero!» Si iba alguno en coche, luego le llamaba señoría, y si clérigo en mula, señor arcediano. En fin, él adulaba terriblemente. Tenía modo diferente para pedir los días de los santos; y vine a tener tanta amistad con él, que me descubrió un secreto con que en dos días estuvimos ricos.
Contiene la respuesta tres puntos: en el primero me dice estas formales palabras: "Haré lo que dice el Sr. Gobernador, de escribir al Consejo, como Su Señoria lo merece, por su celo y eficacia en servicio de Dios, y del Rey; que quizá si no hubiese sido por él, nada se hubiera hecho.
Pues mira, ¡arrastrado!, no tienes más que empezar contestaba la mozuela, puesta en jarras y mirando entre ceja y ceja a su víctima. Cuentan que una vez fué el pulpero a querellarse ante el provisor y a solicitar divorcio, alegando que su conjunta lo trataba mal. ¡Hombre de Dios! ¿Acaso te pega? le preguntó su señoría. No, señor contestó el pobre diablo , no me pega..., pero me la pega.
Preguntéles por mi tío, mas no me dieron noticia alguna de su señoría; y luego que hubimos charlado un poco, me hicieron beber una copa de aguardiente que al punto dio con mi pobre cuerpo en tierra. Durante el periodo más fuerte de mi embriaguez, creo que aquellos tunantes se rieron de mí cuanto les dio la gana; pero una vez que me serené un poco, salí avergonzadísimo de la taberna.
Este día 8 de Agosto se leyó en el Cabildo de la Santa Iglesia una carta de Lima del Dr. don Diego Andrés de Rocha, el cual enuia al Cauildo vn libro que ha escrito sobre el Apocalipsi. Mandó su señoría que se le responda.
Y, en lo que toca a las bellotas, señor mío, yo le enviaré a su señoría un celemín, que por gordas las pueden venir a ver a la mira y a la maravilla.
Se me pedirá a cada ocasión mi dictamen desde la Corte, y el Rey mesmo acabará por decir: «Esto piensa su señoría, Lorenzo Vargas Orozco, y no habrá más que agregar.» Entonces, Ramiro, uno de mis primeros pensamientos será llamaros a mi lado; y allí dará principio la verdadera ocasión que el Cielo os depara. Al fin lo comprendo. ¡Por ahí, por ahí! ¡Dios lo quiere! Ramiro meditó.