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Arranca del portal una escalera medianamente espaciosa, cuidadosamente tapizada de polvo como conviene a esta clase de establecimientos, la cual termina en una portería o conserjería donde hay generalmente sentados seis u ocho señores ocupados en la tarea de mirar lo que entra y lo que sale y en charlar y discutir en voz alta a fin de que los que estudian dentro se acostumbren a concentrar su atención, como hacía Arquímedes en los tiempos antiguos.

¿Por qué cantará así mi madre, siempre que mi padre pasa alguna noche fuera de la casa? decía Inés rebujándose en sus sábanas . ¡Ay, si yo pudiera avisarle! pero le ha tocado hoy de servicio, y no se puede mover de la portería de pajes. La niña se durmió sonriendo, como sonríe una virgen á su primer amor, á su único amor puro.

Mándeme repitió la chiquilla dando brincos entre risueña y suplicante. Pues anda dijo doña Lupe, que aquel día estaba de buen humor ; si no sales te vas a caer por el balcón. Pero ven prontito... y ten cuidado de limpiarte bien los pies en los felpudos que hay en la portería, porque hay muchos barros... Mira cómo pusiste la alfombra cuando volviste de avisar al carbonero.

El capitán Vadillo llevó á Juan Montiño al postigo de la Campanilla, que abrieron los guardas de orden del rey, y luego le acompañó hasta el convento de Atocha. Por el camino fueron hablando de la mala noche que hacía, de lo obscuras que estaban las calles y de las guerras de Flandes. Cuando llegaron al convento, el mismo Vadillo tiró de la cuerda de la campana de la portería.

Usted que alardea de haber hecho tantas revoluciones y de que nos ha traído la dichosa República, y de que ha fundado el cantón de Cartagena... ¡así ha salido él!... usted que se las echa de hombre perseguido y nos llama neas con desprecio y publica por ahí que le van a hacer archipámpano, se contentará... dígalo con franqueza, se contentará con que le den una portería...».

Tres o cuatro días después abandonó con su tía el pequeño cuarto de la portería para ir a habitar un piso delicioso de la calle de Provenza, donde tenía una alcoba del gusto más moderno y un gabinete exquisito, tan elegante y tan bien decorado y alfombrado, que la tía no se atrevía a entrar en él, y pasaba el tiempo en el comedor o en la cocina... allí se encontraba ella más a su gusto.

Se sonrió con aire de superioridad, y metiéndose las manos en los bolsillos, dijo: ¿Cómo quiere usted que sepa yo cuándo viene? Vendrá ... cuando venga. Es que tengo precisión de verle esta misma noche. ¿A qué hora suele venir? No tiene hora fija dijo el portero volviendo la espalda y dirigiéndose á la portería. Después volvió y dijo: Si usted quiere dejarle algún recado....

Esperen aquí ó en el claustro, como me mejor quisieren dijo ; yo voy á avisar á fray Luis de Aliaga. Montiño y Vadillo se pusieron á pasear á lo largo de la portería. ¿Sabéis que estos benditos padres tienen unas casas que da gozo? dijo el capitán, por decir algo. , , ciertamente; en este claustro se pueden correr caballos contestó Montiño.

Pero no mató. Se acercó a la portería y preguntó... por el señor obispo de Nauplia, que estaba de paso en Vetusta. Ha salido le dijeron. Y don Fermín sin ver lo que hacía, dobló una tarjeta y la dejó al portero. Y volvió a su casa. Se encerró en el despacho. Dijo que no estaba para nadie y se paseó por la estrecha habitación como por una jaula. Se sentó, escribió dos pliegos.

Los tres bajamos juntos la escalera, y al pasar por el hermoso y espacioso patio que conduce a la calle de la Grange-Bateliere, el desconocido saludó al empleado en aquella portería. Aguijoneado, entonces, por la curiosidad, acerqueme a aquel hombre y le interrogué: ¿Conoce usted a ese joven que acaba de marcharse?