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Actualizado: 13 de julio de 2025


Grupos de soldados obedecían con prontitud mecánica las órdenes breves é imperiosas. Un perfume de botica, de drogas concentradas, se esparció por las habitaciones, mezclándose con el fuerte olor de los antisépticos que habían rociado las paredes para borrar los residuos de la orgía nocturna. Vió después mujeres vestidas de blanco, mocetonas de mirada azul y pelo de cáñamo.

702 Jamás mi lengua podrá espresar cuanto he sufrido; en ese encierro metido, llaves, paredes, cerrojos se graban tanto en los ojos que uno los ve hasta dormido. 703 El mate no se permite; no le permiten hablar; no le permiten cantar para aliviar su dolor, y hasta el terrible rigor de no dejarlo fumar.

En las paredes se veían cacerolas de cobre rojizo y lodos los chismes de la cocina de la casa, desde las sartenes y cucharas de palo, hasta el calentador, que también figuraba colgado en la pared como parte integrante de la batería de cocina. Aquel orden parecía algo absurdo y extraordinario, contrastado con la agitación exterior.

La charla de sus labios infantiles, suave como el gorjeo de un pájaro; el canto un poco ronco, pero aun más tierno, por eso mismo, de su padre, al dormirla entre los brazos; los sueños, las frescas carcajadas de la adolescencia, el hermoso sol de las mañanas de abril que la bañaba en su cuarto, las caricias incesantes de su madre, el calor del hogar en suma, ese calor que no se compra con los tesoros de la tierra, todo quedaba detrás de ella impreso en las paredes, empapado en los muebles. ¡Y ella lo dejaba sin lágrimas!

Hombre: eso es extraordinario. ¡Y todo por María de las Nieves!... Pero todo se acabó, amigo mío. El mundo se me ha caído encima. ¿No lo ve usted, no lo ve usted caer a pedazos sobre mi cabeza? ¿No ve usted estas montañas que me machacan los sesos? Mi cerebro hecho trizas salta en piltrafas mil y salpicando se esparce por las paredes... aquí... allí... más allá. ¿No lo ve usted?

Y así aquel día, añadiendo la ración del trabajo de mis manos, o de mis uñas por mejor decir, acabamos de comer; aunque yo nunca empezaba. Y luego me vino otro sobresalto, que fué verle andar solícito quitando clavos de las paredes y buscando tablillas, con las cuales clavó y cerró todos los agujeros de la vieja arca.

Volvió a gritar con un acento de desesperación, que desgarraba el alma, pero todo fue en vano, nadie le contestó tampoco; se incorporó de nuevo y arrastrándose con trabajo tanteó las paredes, buscando el botón de la campanilla eléctrica: después de unos minutos lo encontró y lo hundió con desesperación: el silencio era tan profundo que oyó el martilleo peculiar del timbre en el fondo de la casa; esperó, pero nadie vino: llamó de nuevo y siguió llamando incesantemente; la casa estaba sola, nadie le respondía.

Foja, los Orgaz echaban lodo con las dos manos sobre la honra difunta de aquella pobre viuda encerrada entre cuatro paredes.

Supongamos que el ojo al propio tiempo que ve la columna, ve otros cuerpos interpuestos entre él y las paredes: por ejemplo grandes candelabros, quinqués ó tambien otras columnas.

El barrio en que su mala suerte la había traído a vivir, era para la de Rufete atrozmente antipático. Algunas tardes salía con Riquín y D. José a dar una vuelta por la calle del Mesón de Paredes, el Rastro y calle de Toledo, y sentía tanta tristeza como repugnancia.

Palabra del Dia

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