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De época en época, cuando venía algun profesor complaciente, se señalaba un día del año para visitar el misterioso Gabinete y admirar desde fuera los enigmáticos aparatos, colocados dentro de los armarios; nadie se podía quejar; aquel día se veía mucho laton, mucho cristal, muchos tubos, discos, ruedas, campanas, etc.; y la feria no pasaba de allí, ni Filipinas se trastornaba.

-Si eso es así, no tengo yo qué replicar -respondió Sancho-, pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.

Ella decía como enojada: "No me digáis a , Pablicos, que éstos son dos cuartos de ensalada." Yo hacía que lloraba, daba muchas voces e íbame a quejar a mi señor, y apretábale para que enviase el mayordomo a saberlo para que callase el ama, que adrede porfiaba. Iba, y sabíalo; y con esto asegurábamos al amo y al mayordomo, y quedaban agradecidos, en a las obras, y en el ama al celo de su bien.

Pero allende de los otros gastos que se facian, convenia á la reina facer este gasto, á fin que las gentes del real estoviesen proveidas é no oviesen razon de se quejar de los mantenimientos.

¡Que le lleven al destierro al pobre don Basilio, que le afusilen en el camino diciendo que ha querido escaparse! añadió; cuando ya esté muerto entonces vendrán los arrepentimientos. Por , yo no le debo ningun favor. ¡De no se podrá quejar! Aquello fué el golpe decisivo.

Pues yo os creo demasiado fuerte, y en cuanto á lo desdichada, estando ausente de vos mi señor el duque de Lemos, no os podéis quejar. Quéjome de que siempre no haya estado lejos. ¡Oh! ¡si no hubiérais sido hija de Lerma! Ni aun delante de , perdonáis á mi padre. Eso os probará que para vos, mi lengua es lengua de Dios. No os entiendo.

Yo hacía que lloraba, daba voces, íbame a quejar a mi señor, y apretábale para que enviase al mayordomo a saberlo, para que callase la ama, que adrede porfiaba. Iban y sabíanlo, y con esto asegurábamos al amo y al mayordomo, y quedaban agradecidos, en a las obras, y en el ama al celo de su bien.

Sólo demuestra su disgusto cuando no lo puede ocultar; todo le parece tan vacío, ya lo ; y las tierras... qué cosa tan distinta sería para él cuando va a vigilar su explotación si hiciera todo eso pensando en los hijos que van creciendo. Sin embargo, yo no me puedo quejar; quizás si se hubiera casado con otra mujer que le hubiera dado hijos le habría mortificado de otro modo.

Esto no es conmigo exclamé; bajamos del birlocho, y a pie nos fuimos a quejar y reclamar nuestra señal a casa del alquilador.

Con todo esto, entre otras muchas razones que con él pasaron, le dijo el ama: -En verdad, señor mío, que si vuesa merced no afirma el pie llano y se está quedo en su casa, y se deja de andar por los montes y por los valles como ánima en pena, buscando esas que dicen que se llaman aventuras, a quien yo llamo desdichas, que me tengo de quejar en voz y en grita a Dios y al rey, que pongan remedio en ello.