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Con mis correrías incesantes, si no logré hacerme a la tierra tan pronto y tan completamente como esperaba mi tío y lo deseaba yo, cuando menos mataba el tiempo de día y hallaba por la noche temas abundantes para amenizar un poco la tertulia de la cocinona y las conversaciones de la mesa de mi tío; comía con excelente apetito, y los condumios de la mujer gris y de su repolluda hija me sabían a gloria; sentíame animoso y fuerte, y me dormía como una marmota en cuanto tendía el cuerpo sobre la cama; descuidaba mucho la lectura de los periódicos que recibía de Madrid, y al escribir a mis amigos, ya no iban mis cartas empapadas en el tinte melancólico de los primeros días; íbame pareciendo más llevadera la visión incesante de los peñascos en mi derredor, y la miserable cortedad de los horizontes no me asfixiaba; en fin, que si no me había «hecho a todo», concebía ya la posibilidad de ello.

Al fin, yo salí tan bienquisto del pueblo, que dejé con mi ausencia a la mitad dél llorando y a la otra mitad, riéndose de los que lloraban. Ibame entreteniendo por el camino considerando en estas cosas, cuando, pasado Torote, encontré con un hombre en un macho de albarda, el cual iba hablando entre con muy gran prisa, y tan embebecido, que, aun estando a su lado, no me veía.

Ella decía como enojada: "No me digáis a , Pablicos, que éstos son dos cuartos de ensalada." Yo hacía que lloraba, daba muchas voces e íbame a quejar a mi señor, y apretábale para que enviase el mayordomo a saberlo para que callase el ama, que adrede porfiaba. Iba, y sabíalo; y con esto asegurábamos al amo y al mayordomo, y quedaban agradecidos, en a las obras, y en el ama al celo de su bien.

Yo hacía que lloraba, daba voces, íbame a quejar a mi señor, y apretábale para que enviase al mayordomo a saberlo, para que callase la ama, que adrede porfiaba. Iban y sabíanlo, y con esto asegurábamos al amo y al mayordomo, y quedaban agradecidos, en a las obras, y en el ama al celo de su bien.

Lloré tal vez mis esperanzas vanas; Y teniendo las horas más seguras, No de la vida, mas de haber llegado A estado de lograr tales venturas, Ibame desde allí con el cuidado De alguna línea más, donde escribía Después de haber los libros consultado. Llamábanme á comer; tal vez decía Que me dejasen con algún despecho; Así el estudio vence, así porfía.

Sentábame el maestro junto a , ganaba la palmatoria los más días por venir antes y íbame el postrero por hacer algunos recados a la señora, que así llamábamos la mujer del maestro. Teníalos a todos con semejantes caricias obligados; favorecíanme demasiado, y con esto creció la envidia en los demás niños.

Llegábame de todos a los hijos de caballeros, y particularmente a un hijo de don Alonso Coronel de Zúñiga, con el cual juntaba meriendas. Ibame a su casa los días de fiesta, y acompañábale cada día. Los otros, o que porque no les hablaba, o que porque les parecía demasiado punto el mío, siempre andaban poniéndome nombres tocantes al oficio de mi padre.

Eran, sin excepción de uno solo, parsimoniosos en extremo y de blanda condición; y en sus tiroteos de broma, a los que son muy aficionados, despilfarraban las metáforas, llenas de colorido local, griegas para al principio, y muy donosas después que supe traducirlas a mi lengua. Íbame pareciendo la de ellos, entre tanto, más dulce y cadenciosa de ritmo cuanto más la oía «sonar».

Yo con esto, por no desmentirle, di muy bien la lección aquella mañana. Sentábame el maestro junto a ; ganaba la palmatoria los más días por venir antes, e íbame el postrero por hacer algunos recaudos de "señora", que así llamábamos a la mujer del maestro. Tenialos a todos, con semejantes caricias, obligados. Favoreciéronme demasiado, y con esto creció la envidia entre los demás niños.

Llegábame de todos, a los hijos de caballeros y personas principales, y particularmente a un hijo de don Alonso Coronel de Zúñiga, con el cual juntaba meriendas. Íbame a su casa a jugar los días de fiesta y acompañábale cada día. Los otros, o que porque no les hablaba o que porque les parecía demasiado punto el mío, siempre andaban poniéndome nombres tocantes al oficio de mi padre.