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Y por indicios que me son harto conocidos, comprendo que mi buena compañera se halla al presente en uno de esos momentos lúcidos. La última vez que la en el mismo estado, la víspera de la batalla de Auray, me predijo que el siguiente día sería fatal para y para Carlos de Blois. Veinte y cuatro horas después había muerto éste y veíame yo prisionero del señor de Chandos....

Muchos deseos tenéis de que os ahorquen, mi buen amigo, dijo Chandos, y por vida mía, en tal caso lo mejor hubiera sido dirigiros al rey Don Pedro, que no hubiera tardado en complaceros, atendido á que vuestra Guardia Blanca se ha conducido en la frontera como una manada de lobos. No tardaré en meterlos en cintura, con el favor de San Jorge y una buena cuerda para ahorcar á los más díscolos.

En seguida el barón se lanzó contra el grueso de los asaltantes, seguido de Lord Abercombe con sus cuatro escuderos del Chesire y otros de igual temple, tras ellos Chandos y el príncipe y detrás nosotros con espada y hacha, porque habíamos agotado las flechas.

Lo único que nos falta es que Sir León de Morel se avenga á dejar su castillo una vez más y á empuñar la espada, poniéndose al frente de nuestros arqueros. No sería poca fortuna para ellos, observó el físico, porque exceptuando á nuestro príncipe y al noble señor de Chandos, no hay en todo el reino mejor lanza, ni valor más probado que el de Sir León de Morel.

Tengo para que el justador desconocido de hoy es un gran guerrero francés. No lo dudéis, señor, dijo Chandos, y de los más famosos. Cuando Roger se presentó en la cámara del barón al siguiente día, hallóle muy ocupado en trazar sobre emborronado pergamino unos signos retorcidos y enormes, que según averiguó después eran un conato de carta del barón á su esposa.

Á fe mía, Chandos, dijo el príncipe mientras cabalgaba junto al canciller por las estrechas y tortuosas calles de la ciudad, camino del palenque; bien quisiera yo romper una lanza en estas justas, suponiendo que los jueces de campo no me creyesen indigno de alternar con tan famosos campeones.

Después se quitó algunas piezas de la armadura, ayudado por Roger, que hizo lo propio con la suya, mientras el barón continuaba, dirigiéndose á Norbury: Si el príncipe ha pasado ya con el grueso del ejército, indagad como podáis el paradero de Chandos, Calverley ó Nolles. ¡Dios os proteja!

Pero atención, mon petit, que aquí llega Chandos en persona con su compañía y tras ella pendones y escudos entre los que reconocerás á lo mejor de nuestra nobleza. Mientras hablaba Simón había desfilado ante ellos fuerte columna de arqueros, seguidos de un portaestandarte que llevaba en alto el pendón de Chandos.

El señor de Morel se inclinó para contemplar á su sabor á tan famosos guerreros; uno capitán de compañías auxiliares y guerrillero incomparable; el otro paladín renombrado, que desde muy modesta posición habíase elevado hasta ocupar el segundo lugar después de Chandos entre las mejores lanzas inglesas, y conquistádose inmensa popularidad entre los soldados de todo el ejército.

No hay en el ejército mejor ni más digno paladín que vos, señor, replicó Chandos, pero dadas las circunstancias de este torneo, creedme, no conviene que participéis en él. No es de vuestro alto cargo el tomar aquí partido á favor de ingleses contra gascones, ni poneros con éstos frente á aquellos, lanza en ristre ó espada en mano. Demasiado sobreexcitados están ya los ánimos.