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Ni el mahometismo de Bagdad y de Córdoba es el mahometismo del Yemen, ni el cristianismo de los Paulos, Eulogios y Perfectos, es aquel cristianismo desfigurado de los Nestorianos de Oriente . Dos principios que aun no han producido resultados pueden parecer idénticos, así como en su orígen nadie diferenciará el manantial destinado á ser magestuoso rio del manantial que corre á perderse en inmundos lodazales; pero cuando esos dos principios han arrojado ya de todas sus consecuencias, cuando cada uno de ellos ha apurado por decirlo así el sueño de la crisálida para estender libremente sus alas á la luz, no es posible que se amalgamen y confundan.

Entre la muchedumbre de gentes que la pueblan, sobresalen dos aventajadas razas: la una procedente de las nobles tribus de Ma'd y del Yemen, mixta de sangre siria y árabe, brava, gárrula, valiente, conquistadora, sensual, fanática, cruel con los fuertes, generosa con los rendidos; la otra hispano-goda, de ánimo noble, pero abatida ahora, acobardada por causa de sus prolongados infortunios, dispuesta sin embargo á imitar el ejemplo de los que sacuden decorosamente el yugo de la tiranía.

Simonet, autor del librito, es un arabista de reconocido mérito, de grande ilustración y catedrático en Granada de la lengua del Yemen. Ha publicado ya varios libros en que muestra su mucho saber. Uno de ellos ha sido premiado por la Real Academia Española, y otro ha sido premiado por la Real Academia de la Historia.

De las nueve perlas, todas del grandor del fruto del nogal, dos de ellas, una blanca con el oriente más rico, y otra negra con el brillo del ébano, se habían cogido en el mar de Persia; otras dos, una roja como el carmín y otra verde como la esmeralda, fueron cogidas en el mar tempestuoso de la India; otras dos, una azul como el jacinto y otra pálida como el ámbar, se pescaron en el mar grande o del Atlante; dos, entrambas celestes como el cielo, se encontraron en los mares tenebrosos o del Septentrión, y la última, de los colores variados del iris, se ignoraba de dónde fué cogida, aunque los aficionados a lo maravilloso y sobrenatural aseguraban que aquella piedra, única en el mundo, fué encontrada en la fuente Tasnin, que corre en el algerna o paraíso, y traída a la tierra por uno de los genios obedientes a Soleimán, quien añadió así la novena perla al collar de la Reina del Yemen.

Las tribus árabes, que dejando las tiendas de sus mayores se establecieron en Andalucía, mantuvieron hasta la caida del Califato de Córdoba constantemente viva la animosidad que desde un principio separó á los descendientes de los dos principales troncos ADNÁN y KHATTÁN. Entre las varias tribus de la estirpe de Adnán era la de los Beni Modhar la predominante por su número en Andalucía, y con el apoyo que le prestaron los Beni Umeyas, procedentes del mismo tronco, los descendientes de Khattán, llamados Arabes del Yemen ó Yemenitas, no pudieron hasta el reinado del usurpador Al-Mansúr equilibrar su poder con el de sus irreconciliables enemigos.

En las poesías escritas en lengua arábiga por españoles y en España, aunque durante la dominación muslímica, no hallo difícil percibir, á través de la forma clásica tomada de la antigua poesía del Yemen y de la imitación de los verdaderos poetas árabes más famosos y celebrados, algo, y no poco, en el sentir y en el pensar, nacido en corazones y espíritus españoles, y que casi de seguro no hubiera nacido jamás en el alma de un moro de Africa ó de un beduino de Arabia.

En la cámara más apartada de esas regiones, y que forma como una al-cuba o media naranja de mil codos de travesía y cien mil de altura, se guardan las tiaras y cetros de los reyes antecesores de Daud, los solios de los antiguos reyes del Yemen, el arco y la maza de Nemrod, que eran de oro y carbuncos, los siete sellos de Soleimán, las coronas de los primeros Califas, y otros mil portentos y riquezas de los reinos del Sur y del Septentrión.

El clima de España no es de tal índole que el español deba abrir la boca y estirar los brazos, como los que moran en la orilla del Ganges; que deba dormirse como el natural de los valles de Cachemira; que deba evaporar su vida entre ópios, mujeres y aromas, como los árabes del Yemen.

El pelo recogido, las trenzas vagando por las espaldas, daban una picante extrañeza a su rostro, iluminado dulce y melancólicamente con ojos del linaje del Yemen. Dos leves y riquísimas girándulas de oro y esmeralda, pendientes de sus breves orejas, mostraban la riqueza de su dueño, así como una cruz que adornaba su joyel, mostraba la creencia de la doncella. Dios os guarde dijo.

El principio y fin de su nombre es el Alef . Su tribu es de reyes del Yemen ; cuando te mira y no la ves, sus ojos se humedecen y vacilan como las aguas del Piélago heridas del sol. "El cielo te conserve, joven hermoso, y goza de más dicha que Betmendí . Guarda secreto como la naturaleza sus arcanos y el mar sus profundos abismos. Adiós, adiós; piensa que no es frívolo todo lo que parece tal.