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El tilín sonaba cada vez más cerca; se le sentía subir la escalera entre un traqueteo de pasos; después llegaba a la puerta; vibraba más fuerte en el pasillo entre el muge-muge de los latines que venía murmurando el acólito.

Y no era ya su novio infantil, sino Julio Lagos el amante que en su visión interior bajaba con ella al sepulcro, besándola sobre los ojos; y entre la masa negra de los cipreses, huía el sudario del otro. De pronto, en una brusca caída a la realidad, la sacudió el traqueteo y el ruido más fuerte del tren.

Don Víctor dio un salto. ¡Hija, por Dios!... ya soy viejo para un traqueteo tan grande de mis pobres huesos.... ¡La Almunia!... ¡con mil amores... en otro tiempo, pero ahora! Yo amo la patria, es claro, soy aragonés de corazón, y digo lo que el poeta, que es muy feliz el que no ha visto más río que el de su patria;

Fernando quedó inmóvil largo rato viendo cómo se alejaba con lento traqueteo el vehículo de alquiler hacia la Puerta de Alcalá.

Confieso que se me figuró el muchacho esa fruta que suelen vender en Madrid, que arrancada verde aún del árbol, y madurada por el traqueteo y la prisa del viaje, tiene todo el exterior de la pasada madurez, sin haber tenido nunca la lozanía ni el sabor de la juventud y de la sazón. Los muchachos del ilustrado siglo XIX dije para , llegan a viejos sin haber sido nunca jóvenes.

Después de saludarse afectuosamente, subieron al carruaje, y éste comenzó a rodar por las calles silenciosas con áspero traqueteo. Cuando salieron por la puerta de Toledo, comenzaba a rayar el día. Al llegar a Carabanchel ya estaba claro. Durante el trayecto, el general y Merelo no cesaron de hablar de política. La mañana despejada.

De la cazuela bajaron con fuerte traqueteo casi todos los marineros que allí había. Y de los palcos y butacas salieron también numerosas personas. A los pocos minutos no quedaban apenas en el teatro más que las mujeres. Cecilia se había quedado inmóvil, pálida, con los ojos clavados en la escena. Su madre y hermana la miraban en tanto con semblante risueño.

Y de cuando en cuando, al pasar junto a un portal, se oye el traqueteo ligero de los bolillos con que las niñas urden la fina randa. Hoy Azorín ha causado un pequeño desorden en una casa. Lo ha hecho sin querer. El iba tranquilamente por una calle cuando ha levantado la cabeza, y ha visto en un balcón a un amigo.

Balanceábame sobre la espalda, impulsado por el terrible traqueteo; las franjas de los almohadones arremolinábanse; saltaban las maletas sobre las cornisas de red; temblaban los cristales en sus alvéolos de las ventanillas, y un espantoso rechinar de hierro viejo venía de abajo.

Sus ojos estaban fijos en el féretro blanco y dorado que se mecía con el traqueteo de las ruedas, dejando en su memoria la impresión de una nubecilla surcada por rayos de sol. También debía estarse bien allí. Mejor que en los calabozos que antes contemplaba con envidia.