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No obstante, cuando menos podía esperarse, Presentación recibió una larga epístola de su futuro en que a vueltas de mil frases dulces, untuosas, impregnadas de resignación cristiana, le manifestaba que por el momento le era imposible pensar en casarse. ¡Rudo golpe para él, que se juzgaba próximo a realizar el sueño de su vida!

Dice así en la epístola de Belardo á Amarilis: «Feliciana, el dolor me muestra impreso De su difunta madre en lengua y ojos; De un parto murió; ¡triste suceso! Porque tan gran virtud á sus despojos Mis lágrimas obliga y mi memoria, Que no curan los tiempos mis enojos. De sus costumbres santas hice historia Para mirarme en ellas cada día, Envidia de su muerte y de su gloria.

Todo cuanto venía escrito en su epístola no era más que un tejido de necedades y simplezas, fabricado adrede para disimular su perfidia.

Lucía fue derecha al rojo reverbero del estanco, y acercándose a la caja de madera que hacía de buzón, echó en ella la epístola. Al punto mismo, sintió, como una tenaza que le oprimía el brazo y se volvió. Miranda estaba allí. ¿Qué es esto? murmuró él con voz sorda . Sola... aquí.... ¿qué haces? Nada... pronunció ella balbuciente. ¿Nada? ¿pues no acabas de echar una carta en el buzón?

Todo el Templo estaba magestuosamente adornado con ricas colgaduras de damasco y terciopelo carmesí, y atestado todo de lo más lucido y grave de la Ciudad, sin haber tribuna, coro, ni sobrecoro que no estuviera lleno, ocupando autorizadamente la primera tribuna de la Epístola el Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. D. Pedro de Alagón, Arzobispo Obispo de Mallorca.

Empezada la misa, no cesaron los tiros en el portal de la iglesia, y la gaita siguió tocando en el coro, acompañando á los cantores, entre los cuales estaba mi tío, que era una especialidad para echar la epístola. Tocó su turno al predicador, cuyo sermón era el gran acontecimiento del día.

Habíanla alcanzado el devocionario entreabierto. La miniatura representaba a Nuestro Señor subiendo en los aires, con blanco estandarte en la diestra, mientras los guardas caían despavoridos en torno del sepulcro. Leyó con infantil dificultad la epístola de San Pablo a los colosios, siguiendo la línea con el índice.

Así se lo describe a Francisco Rioja en una epístola: "Que mi jardín, más breve que cometa, tiene sólo dos árboles, diez flores, dos parras, un naranjo, una mosqueta."

Agradábale a Glocester tener ocupada por su cuenta la atención del público, y leía despacio, señalando con fuerza las terminaciones en us y en i y en is: por el tono que se daba al leer no parecía sino que la epístola de San Pablo era cosa del mismo Glocester, una composicioncilla suya.

Los intereses cosa deleznable que un joven virtuoso también y de talento, como su amigo, despreciaba absolutamenteSin embargo, D.ª Carolina tenía la certeza que ésta era la clave de la incomprensible epístola. Presentación lloró, pateó, escribió una carta llena de insultos al traidor, y durante varios días fue el tormento y la compasión de sus padres.