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»Dios mío, Dios mío, si estás en mi alma, si no la has abandonado, acude a mi voz y consuélame y perdóname. ¿Qué vale ella, qué vale toda su hermosura, toda la lozanía de su mocedad, toda la noble altivez de su mirada, todo el ritmo de su forma, toda la gracia de sus movimientos, si acierto a volver de nuevo mi mente y mi voluntad hacia ti, en quien no hay excelencia, beldad y gracia que no se cifren y resuman?

Su lozanía de otros tiempos, y el mismo brillo de sus pupilas, mantenido entonces a favor de melindroso pestañeo, todo huyó prematuramente de su rostro, macerado por los pesares; y el negro monjil ahuyentó para siempre los tafetanes de colores y las graciosas basquiñas de la adolescencia.

Triste es tener que confesar que la corrupción había de ser grande; pero algo ha de atribuirse también á la mordaz maledicencia de que se hacía gala, y á cierto odio contra Castilla, que siempre ha solido brotar con lastimosa lozanía en las almas de algunos habitantes de las diversas regiones de esta Península.

Así sucedió al siglo de su mayor poder político el del desarrollo importante del espíritu, que disputó al primero su supremacía. Con tales cimientos llegó á alcanzar la literatura poética, la frondosa y exuberante lozanía, que admiramos en su edad de oro. Concurrieron ciertas causas especiales para convertir al drama en el alma, que daba vida á este conjunto.

Emma, que en algún tiempo había desdeñado, no sin coquetería, la adoración de sus primos y tíos pues también tenía tíos apasionados ahora, es decir, después de haber perdido la flor de la hermosura, sobre todo la lozanía, por culpa del mal parto, gozábase en recordar los antiguos despreciados triunfos del amor, y quería rumiar las impresiones deliciosas de aquella adoración pretérita.

Esta moza, que muestra desnuda la espalda, ambos pies, el brazo y parte de la pierna izquierda, es quizás la más gallarda figura de mujer que pintó Velázquez. En ella parecen haberse refugiado toda la lozanía, gracia y vigor que se echa de menos en los cuerpos enclenques y los rostros paliduchos de las infantas y las reinas.

El 21 de junio de 1832, Fernando VII, arrastrando los pies más por la gota que por los años, y María Cristina, en todo el apogeo de su lozanía y su belleza, sacaban de pila en la colegiata e iglesia parroquial de la Santísima Trinidad, del Real Sitio de San Ildefonso, a un niño que se llamó Fernando, Cristián, Robustiano, Carlos, Luis Gonzaga, Alfonso de la Santísima Trinidad, Anacleto, Vicente.

Por espacio de un mes ejerció con verdadera abnegación las funciones de enfermero, pasando bastantes noches en claro, a la cabecera de su lecho. Estas fatigas, lejos de alterar su salud, devolvieron a su rostro su frescura y lozanía habituales. Cuanta mayor asiduidad desplegaba en el cuidado de su enfermo, más lozana y vigorosa tornábase su nariz.

Sobresale en este drama el carácter del Emperador, magistralmente diseñado, y junto á él el retrato seductor, por la verdad y lozanía de sus rasgos, del joven Don Juan de Austria.

Y la verdad era que con aquella vida tranquila y sosegada, eminentemente práctica, se iba poniendo tan lucida de carnes, tan guapa y hermosota que daba gloria verla. Siempre tuvo la de Rubín buena salud; pero nunca, como en aquella temporada, vio desarrollarse la existencia material con tanta plenitud y lozanía.