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Mientras duró esta breve conversación los amigos de Tristán se burlaban de lo lindo, aunque en voz baja, del paisano. «¡Guardias, socorroexclamaba uno . «Tome usted la cartera. ¡No me haga usted daño por Diosdecía otro llevando la mano al bolsillo . «Pues habla en diminutivo con mucha dulzura.» «Será un bandido generoso como Diego Corrientes.» «Mirad qué pálido se ha quedado Aldama

El adverbio a manta se emplea a cada instante para ponderar o encarecer la abundancia de algo. Las voces mantés, manteson, mantesada y mantesonada, mantesería y mantesonería, salpican o llenan tanto todo coloquio como en Málaga la de charran y sus derivados. Más singular es aún el uso del gerundio en diminutivo, para expresar que se hace algo con suavidad y blandura.

El origen de esto habrá que buscarlo quizá en ternuras domésticas o en hábitos de servidumbre que trascienden sin saber cómo a la vida social. En algunas personas, puede relacionarse el diminutivo con el sino. Hay efectivamente Manueles que nacieron predestinados para ser Manolos toda su vida.

Julián quiso objetar algo; ¿qué? No lo sabía él mismo. El diminutivo cariñoso usado por la señorita, la febril resolución con que hablaba, le vencieron. ¿Negarse a ayudar a la desdichada? Imposible. ¿Pensar en lo que el proyecto tenía de extraño, de inconveniente? Ni se le ocurrió un minuto. A fuer de criatura candorosa, una fuga tan absurda le pareció hasta fácil. ¿Oponerse a la marcha?

Al cabo de treinta días, hízose evidente la necesidad de dar nombre al niño, pues hasta entonces había sido conocido como «el corderito», «el niño de Edmundo», «el cayote», alusión a sus facultades vocales, y aun por el tierno diminutivo de «el maldito bribón». Sin embargo, pronto se dijo que esto era vago y poco satisfactorio, y finalmente prevaleció una nueva opinión.

¿Y por qué le llamaba todo el mundo y le llama todavía casi unánimemente Juanito Santa Cruz? Esto que no lo . Hay en Madrid muchos casos de esta aplicación del diminutivo o de la fórmula familiar del nombre, aun tratándose de personas que han entrado en la madurez de la vida.

El marquesito se entusiasmó en la busca y corría de un lado a otro, saltando las zanjas y los arroyos, trepaba por las escarpas y se pinchaba en los setos, fatigándose por traer alguna florecita rara y vistosa. No se moleste más, Nanín, ya tengo bastantes dijo Clara. Nanín era el diminutivo de Fernando, con que nombraban cariñosamente al joven marqués la familia y los amigos íntimos.

Este diminutivo en los labios de su prometida hacía daño a Tristán. Había estado muchas veces a punto de decírselo; pero sólo ahora a impulsos del desabrimiento que experimentaba se arrojó a hacerlo. ¿Por qué le llamas Nanín? le dijo con aspereza en voz baja. Llámale marqués o Fernando, pues que no es tu pariente ni tu amigo íntimo.

Jamás se atrevía a llamarla por el diminutivo, pareciéndole Nucha nombre de perro más bien que de persona; y cuando don Pedro se resbalaba a chanzonetas escabrosas, el capellán, juzgando que consolaba a la señorita Marcelina, tomaba asiento a su lado y le hablaba de cosas santas y apacibles, de alguna novena o función de iglesia, a las cuales Nucha asistía con asiduidad.

Es joven como una mañana y fresca como la flor cuyo nombre lleva y que suele reputarse «la reina de las flores». Más que por este nombre, conócesela por un gracioso diminutivo, que consta de cuatro letras, principia por la tercera del alfabeto y rima con «boca» y con «tapioca».