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El Sungay, con sus innumerables precipicios, sus estrechas cortadas revestidas de musgos y helechos, su vegetación virgen, los panoramas que se admiran desde sus pintorescas mesetas, el rumor de arroyos y cascadas que lo salpican, los indescriptibles y misteriosos ruidos que produce el bosque en la hoja que oscila, el ave que cruza, el agua que gime, la guija que rueda, el insecto que zumba y los miles de millones de seres que componen el impenetrable mundo de lo infinitamente pequeño, con sus cantos, su lenguaje y su idioma, tan impenetrable como lo son los profundos misterios de los océanos de luz donde giran las creaciones de lo infinitamente grande, compendian uno de los sitios más bellísimos de la perla del Oriente.

Para divertir á Ulises se evocan los monstruos de lo más profundo del mar, y se les obliga á mostrarse en la superficie: ballenas y delfines discurren por el estanque, y arrojan al aire columnas de agua perfumada, que salpican á los espectadores, y sirenas y tritones celebran un baile alrededor de la barca que lleva á los amantes.

Donde quiera que la naturaleza no ha sido ayudada, el suelo es estéril, cubierto apénas de una inmensa capa de helechos y malezas; miéntras que la mano del hombre, la obra de la civilizacion se muestra en el cultivo laborioso de algunos espacios, en los numerosos bosques y parques artificiales y en las graciosas casas de labor ó de recreo que salpican el extenso paisaje.

No hay nada que hable tanto al corazón como los cambiantes que ese espectáculo desarrolla en su gigantesco panorama. Rizadas olas por doquier, reflejando en su seno colores indefinibles que salpican el firmamento, bulliente estela revolviendo entre su espuma tintes oscuros, graznidos lúgubres de pájaros marinos, y parduscos horizontes que se estrechan, forman el imponente y majestuoso cuadro.

Desde sus playas cascajosas el terreno se levanta en planos inclinados y muy ondulosos, enteramente cubiertos de viñedos; pequeñas y graciosas poblaciones lo salpican situadas sobre la ribera, y luego, elevándose en una sucesion de colinas mas ó ménos empinadas y rocallosas, va á confundirse con las montañas del Jura, cuyos mas bajos estribos y contrafuertes bajan hasta el lago mismo arrojando por sus hondas ramblas algunos arroyos.

El Sena, todavía poco importante, porque no ha recibido aun las aguas del Marne, que le aumentan su caudal en las cercanías de Paris, hace allí un arco, dividiendo la pequeña y graciosa ciudad de Melun, reclinada sobre la falda de una colina, cuyos bordes salpican pequeños bosques de pinos y encinas.

La llanura se desarrolla con majestad, pero no sin monotonía, salpicada de numerosas villas y aldeas, rodeadas de vastas plantaciones de cereales, tabaco, legumbres, lúpulo y plantas filamentosas y oleaginosas. Del lado del Rin el horizonte es abierto y muy extenso, aunque la mirada se detiene á veces en hermosos bosques que salpican la llanura.

¡Oh, las interminables noches de centinela en la puerta de los ministerios, la garita vieja donde entra la lluvia y en que los pies se hielan!... ¡Los coches de lujo, que salpican de barro cuando pasan!... ¡Oh, el trabajo suplementario, los días de limpieza general, el cubo pestífero, la cabecera de tabla, la fría diana en las mañanas lluviosas, la retreta entre niebla a la hora de encender el gas, la lista por la tarde, a la cual se llega arrojando el bofe!...

Por todas partes se cruzan las acequias, en una red inteligentemente preparada, para la irrigacion de los campos; el obrero trabaja con laboriosa asiduidad aún en medio de los depósitos de nieve que salpican de trecho en trecho los setos de las llanuras y blanquean bajo la sombra oscura de los pinos y abetos; innumerables quintas y casas campestres de construccion pintoresca y caprichosa, se destacan en todos sentidos de entre los grupos de pinos enanos y los jardines y huertos; los puentes, los caminos vecinales, los pequeños diques de irrigacion, las fábricas y los rediles se multiplican hasta lo infinito, dándole al inmenso cuadro los mas graciosos contornos; y de tiempo en tiempo se alcanza á ver el grupo encantador de las casas de alguna pequeña ciudad, dominada por las altas torres de las iglesias, católicas y protestantes, miéntras que atras oscurece la perspectiva el ancho lomo de alguna colina cubierta de negros pinos repartidos en interminables callejuelas sombrías, ó brilla á la luz momentánea del sol algun pequeño rio de graciosa configuracion.

El puerto de Guajan á más de encontrarse á siete millas de la ciudad, es poco seguro por los numerosos bancos madrepóricos que lo salpican por do quier, haciendo peligroso el anclaje y estadías.