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El deseo humano colocaría la ciudad de la esperanza sobre alguna tierra sacada del fondo de las aguas por una convulsión del planeta; tal vez sobre atolones que los infusorios madrepóricos estaban petrificando en aquel momento con lenta y paciente labor multimilenaria... Nunca faltaría en el globo un lugar que atrajese a los hombres inquietos y enérgicos, descontentos con su destino, ansiosos de cambiar de postura.

Los voltáicos van vertiendo con sus ánforas de plata raudales diamantinos, y en la lámina del agua y en la breve escalinata, la luz blanca va escribiendo mil ensueños peregrinos, mil curiosas historietas de mundanas e inocentes, de galanes y poetas, y de flores, y de flores que vibraron entre ráfagas inquietas de los cierzos destructores, y murieron en un vértigo de amores, reposando todas, todas, al igual de las gloriosas, las espléndidas pagodas, que se aduermen, que están quietas como saurios gigantescos, cual quelónidos fosfóricos que han plegado sus aletas desgarradas en las puntas de los bancos madrepóricos. .................................................. Está lleno el gran palacio.

El puerto de Guajan á más de encontrarse á siete millas de la ciudad, es poco seguro por los numerosos bancos madrepóricos que lo salpican por do quier, haciendo peligroso el anclaje y estadías.

Media hora de brega, que fué muy penosa por tener que salvar extensas cadenas madrepóricas, cuyas pintadas crestas salían á la superficie de las aguas á mostrar su belleza al astro del día, cuyos candentes rayos vivifican los miles de mundos de lo infinitamente pequeño que se agitan en los calizos tubérculos madrepóricos.

Pregunté al patrón y me dijo que aquel humo procedía de solfataras parecidas á las de Tiui: en vista de tal noticia, mandó poner proa al sitio donde salía el humo. Atracamos á los pocos minutos, merced á los bicheros que hicieron presa en aquellos fondos madrepóricos y saltamos no sobre tierra, y sobre desdentadas masas acantiladas.

Esto sería cierto, y el temor sería fundado, si la isla de Guajan constituyera por condiciones de situación un punto avanzado ó una atalaya estratégica, que en el bronce de sus cañones residiera el comprimir deteniendo, y en las plataformas de sus fuertes el comprimir avisando, dando con su campana de rebato la señal de peligro, ó en el estruendo del cañón la voz de alarma, previsores alertas, cuyos ecos, dada la situación de Guajan no tendría otra contestación que el mugir de las olas que se deshacen en los senos madrepóricos de caliza y coral, y el rebramar de los duros Nordestes que reinan en aquellas regiones.

En la lengüeta que une los dos ensanches que forman aquellas, se eleva la ciudad de Agaña, capital del Archipiélago de Marianas. Las costas de Guajan en su general perímetro, las constituyen, multiplicados arrecifes y bancos madrepóricos que se internan mar adentro desde rocas escarpadas donde nacen.

Ya están quietas las pagodas, ya están quietas cual quelónidos fosfóricos que han plegado sus aletas, escindidas en las ramas de los bosques madrepóricos.