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El espacio que media entre el Oise y el Marne es vastísimo, y como las colinas son muy raras la llanura forma una especie de horizonte de praderas, campos de cultivo, parques y pequeños bosques, poblaciones rurales, canteras y molinos dispersos en todas direcciones de aspecto muy interesante.

Había llegado tarde á la batalla del Marne; y él, que se imaginaba asistir á combates gigantescos, viendo moverse millones de hombres y funcionar cañones inmensos, sólo presenció una serie de luchas entre pequeñas fuerzas ocultas en el suelo, encuentros cuerpo á cuerpo que hacían ganar unos cuantos metros de tierra. La vida en los Dardanelos era el peor de sus recuerdos.

Después de la batalla del Marne los habían enviado á cortar el paso del enemigo por el lado de Flandes. No pasaban de seis mil, y ayudados por una división belga sostenían el empuje de todo un ejército. Su resistencia había durado semanas: un combate de barricadas en las calles, de peleas á lo largo de un canal, con el encarnizamiento de los antiguos abordajes.

Un campesino fugitivo se refugió en el parque y pudo dar noticias á don Marcelo. Los alemanes se retiraban. Algunas de sus baterías se habían establecido en la orilla del Marne para intentar una nueva resistencia. Y el recién llegado se quedó, sin llamar la atención de los invasores, que días antes fusilaban á la menor sospecha.

Nosotros, gentes del campo, no hacemos mal á nadie y nada debemos temerCuatro horas después, al bajar una de las pendientes que forman el valle del Marne, vió á lo lejos los tejados de Villeblanche en torno de su iglesia, y emergiendo de una arboleda las caperuzas de pizarra que remataban los torreones de su castillo. Las calles del pueblo estaban desiertas.

Al quedar solo, se desplomaba esta seguridad, dejando al descubierto una fe vacilante, igual á la de los otros. Van á llegar hasta París, si Dios no lo remedia se decía . Será necesario un milagro, otro milagro como el del Marne.

El taumaturgo representaba para las imaginaciones más que todos los soldados y todos los buques de su país. Y Toledo, que adornaba su dormitorio con retratos de Joffre y de Foch, pero creía al mismo tiempo que en la victoria del Marne había intervenido Santa Genoveva, patrona de París, se sintió atraído por estos milagros del mago americano, que todos anunciaban como cosa segura.

Al poco rato se inició el desfile por una carretera inmediata al castillo, que conducía al puente sobre el Marne. Eran camiones cerrados ó abiertos que aún conservaban sus antiguos rótulos comerciales bajo la capa de polvo endurecido y las salpicaduras de barro. Muchos de ellos ostentaban títulos de empresas de París; otros el nombre social de establecimientos de provincias.

Así pudo enterarse don Marcelo de que la victoria del Marne no había existido nunca en la realidad: era una invención de los aliados. Los generales alemanes habían creído prudente retroceder, por sus altas previsiones estratégicas, dejando para más adelante la conquista de París, y los franceses no habían hecho mas que ir detrás de sus pasos, ya que les dejaban el terreno libre. Esto era todo.

Ella conocía las opiniones de algunos militares de países neutros; había hablado en Biarritz con personas de gran competencia; sabía lo que decían los periódicos de Alemania. Nadie creía allá en lo del Marne. El público ni siquiera conocía esta batalla. ¿Tu hermana dice eso? interrumpía Desnoyers, pálido por la sorpresa y la cólera.