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Actualizado: 15 de julio de 2025
Distinguió al pie de la cuesta que ocupaba su castillo varias columnas de ataque que habían pasado el Marne. Los asaltantes estaban inmovilizados por el fuego nutrido de los alemanes. Avanzaban á saltos, por compañías, tendiéndose después al abrigo de los repliegues del terreno para dejar pasar las ráfagas de muerte.
Callaba su viaje á Villeblanche; no quería contar sus aventuras durante la batalla del Marne. ¿Para qué entristecer á los suyos con tales miserias?... Se había limitado á anunciar á doña Luisa, alarmada por la suerte de su castillo, que en muchos años no podrían ir á él, por haber quedado inhabitable.
Se detuvo unos instantes, como si dudase, y añadió al fin con trágica calma: Tal vez encuentres frente á ti rostros conocidos. La familia no se forma siempre á nuestro gusto. Hombres de tu sangre están al otro lado. Si ves á alguno de ellos... no vaciles, ¡tira! es tu enemigo. ¡Mátalo!... ¡mátalo! Después del Marne A fines de Octubre, la familia Desnoyers volvió á París.
Porque el buen coronel seguía creyendo firmemente que la primera batalla del Marne había sido un milagro de Santa Genoveva, de Juana de Arco ó de otra personalidad bienaventurada que podía intervenir en los combates de los hombres, como intervenían los falsos dioses cantados por Homero. ¿No peleó Santiago en las batallas de España siempre que los cristianos atacaban á los moros?...
Y como el ministro de la Guerra, preocupado por el avituallamiento y la suerte de los ejércitos en retirada hacia el Marne, no se acordó de que exista en el mundo un comandante Pierrefonds encargado de unos cuantos centenares de capotes viejos, el belicoso numismático pudo ver desde una ventana de su casa cómo llegaban á la ciudad los primeros pelotones de hulanos.
Venían de la parte del Marne; su metal estaba abollado por los proyectiles; sus vidrios tenían roturas en forma de estrella.
Su cerebro sólo vivía el momento presente. Volvió los ojos con insistencia á la bandera blanca y roja que ondeaba sobre el edificio. «Es una traición pensó , una deslealtad.» A lo lejos, del otro lado del Marne, tiraban igualmente los cañones franceses.
Habían quedado establecidos varios puentes sobre el Marne y la invasión reanudó su avance. Los regimientos se ponían en marcha lanzando su grito de entusiasmo: «¡Nach Paris!» Los que se quedaban para continuar al día siguiente iban instalándose en las casas arruinadas ó al aire libre. Desnoyers oyó cánticos.
En caso que él acepte mi combinación, yo permaneceré aquí. ¡Oh! añadió contestando a un gesto de su amigo, ¡no me compadezcas! Me gusta la tranquilidad de mi casa. Ese pequeño pabellón que tu padre me hizo construir allá, al extremo del jardín, a orillas del Marne, es mi paraíso. Desde allí observo todo lo que pasa en la fábrica y en el parque.
Y toda la familia, considerando modesto y burgués el piso de la avenida Víctor Hugo para guardar esta joya, había acordado depositarla en el castillo, respetada, inútil y solemne como una pieza de museo... ¿Y esto se lo podían llevar los enemigos si llegaban en su avance hasta el Marne, así como las demás riquezas reunidas con tanta paciencia?... ¡Ah, no!
Palabra del Dia
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