Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 15 de julio de 2025
Don Marcelo se fijó en la transformación general del uniforme de los franceses. Todos iban vestidos de azul grisáceo de cabeza á pies. Los pantalones de grana, los kepis rojos que había visto en las jornadas del Marne, ya no existían. Los hombres que transitaban por los caminos eran militares. Todos los vehículos, hasta las carretas de bueyes, iban guiados por un soldado.
De esta manera fue como Juan entró de aprendiz en la fábrica de cristales de Creteil. El señor Aubry lo confió desde luego al guardián del establecimiento, un viejo obrero inválido, cuya mujer, como no tenía hijos, aceptó gozosa la misión de cuidar al chico. Instalado así en familia, en una pequeña casita a orillas del Marne, Juan se aclimató fácilmente a su nueva residencia.
Desnoyers oyó golpes que resonaron dentro de su pecho. ¡Ay, su mansión histórica!... El general iba á instalarse en ella, luego de haber examinado en la orilla del Marne los trabajos de los pontoneros, que establecían varios pasos para las tropas. Su miedo de propietario le hizo hablar. Temía que rompiesen las puertas de las habitaciones cerradas; quiso ir en busca de las llaves para entregarlas.
Lo que más admiraba Desnoyers era su facilidad para exponer las cosas, fijándolas por medio de imágenes. La batalla del Marne con los combates subsiguientes y la carrera de ambos ejércitos hacia la orilla del mar eran para él hechos de fácil explicación... ¡Si los franceses no hubiesen estado fatigados después de su triunfo en el Marne!...
Esto ocurrió á principios de Septiembre, días antes de la batalla del Marne, cuando la invasión alemana se extendía por Francia, llegando hasta las cercanías de París. El alumbrado empezaba á ser escaso, por miedo á los «taubes», que habían hecho sus primeras apariciones.
En su propio suelo, en el de los aliados, tal vez en Oriente, y ahora tornaban otra vez á la tierra de sus primeros combates. Cuando creían haberlo hecho todo, se enteraban de que aún no habían hecho nada. En el tejer y destejer de la guerra, era preciso empezar otra vez. Cuatro años antes se imaginaban haber decidido el triunfo en las riberas del Marne, y ahora volvían de nuevo al Marne.
Sin embargo, no lejos de la fachada de la vasta mansión, que da sobre el Marne, un joven se pasea a lo largo, en actitud meditabunda y de una manera nerviosa.
Al estrépito de los disparos alemanes se unían otras explosiones más cercanas. Adivinó los estallidos de los proyectiles franceses que llegaban buscando á la artillería enemiga por encima del Marne. Su entusiasmo empezaba á resucitar, la posibilidad de una victoria apuntó en su pensamiento. Pero estaba tan deprimido por su miserable situación, que inmediatamente desechó tal esperanza.
El Sena, todavía poco importante, porque no ha recibido aun las aguas del Marne, que le aumentan su caudal en las cercanías de Paris, hace allí un arco, dividiendo la pequeña y graciosa ciudad de Melun, reclinada sobre la falda de una colina, cuyos bordes salpican pequeños bosques de pinos y encinas.
Deseaban terminar pronto y estaban seguros del triunfo. ¿Para qué hacer uso de procedimientos nuevos?... Pero lo del Marne torció sus planes: de agresores tuvieron que pasar á la defensiva, y entonces emplearon todo lo que su Estado Mayor había aprendido en las campañas de japoneses y rusos, iniciándose la guerra de trincheras, la lucha subterránea, que es lógica, por el alcance y la cantidad de disparos del armamento moderno.
Palabra del Dia
Otros Mirando