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Actualizado: 15 de julio de 2025
Podía cambiar de un momento á otro el curso de la guerra: lo del Marne sólo representaba un alivio momentáneo... Pero la buena señora se mantuvo insensible á estas sugestiones luego de haber leído las cartas de don Marcelo. Además, pensaba en su hijo, su Julio, que era soldado... Creyó que regresando á París estaría más en contacto con él que en esta playa vecina á la frontera española.
No había visto mas que humo, casas incendiadas, muertos y heridos. Ni un solo alemán pasó ante sus ojos, exceptuando á un grupo de hulanos prisioneros. Había estado varias horas tendido al borde de un camino disparando... Y nada más. Por el momento, resultaba bastante para Chichí. Se sintió orgullosa de ser la novia de un héroe del Marne, aunque su intervención sólo hubiese sido de unas horas.
Sólo se le ocurría desear una transformación completa de aquel enemigo albergado bajo su techo. ¡Ay! ¿Por qué no se convertía en hombre? ¿por qué no venía á ocupar su sitio, aunque sólo fuese por media hora, el fantasmón de su esposo?... Pero la guerra sigue insistía ingenuamente doña Luisa . Los enemigos aún están en Francia... ¿De qué ha servido lo del Marne?
El monstruo verdoso conservaba aún el armado testuz al otro lado del Marne, pero su cola empezaba á contraer los anillos con ondulaciones inquietas. Después de cerrar la noche continuó el repliegue de las tropas. El cañoneo parecía aproximarse. Algunos truenos sonaban tan inmediatos, que hacían temblar los vidrios de las ventanas.
Cualquiera que sea el destino que le reserve el capricho o la fantasía de la que ama, se consagrará a ella, en recompensa de la noble acción de su padre, que educó al hijo del pueblo, al huérfano pobre, con un esmero igual al que dedicó para la educación de su propio hijo. Reflexionando de esta manera, recordando el pasado, Juan llegaba ante su pabellón, situado al borde del Marne.
Bajo la influencia de sus lecturas sobre la guerra de 1870, llamaba «sitio» á las operaciones desarrolladas junto á París durante el curso de la batalla del Marne. Modestamente señaló un diploma con marco de oro que figuraba sobre el piano, teniendo como fondo una bandera tricolor. Era un papel que se vendía en las calles: un certificado de permanencia en la capital durante la semana del peligro.
Luego, Jaime subió al vestíbulo; su elegante silueta se destacó sobre el resplandor del salón iluminado, y pronto desapareció entre la muchedumbre. Juan continuó sus paseos, no ya ante la casa, sino a la sombra protectora de una doble fila de tilos, bóveda sombría que desciende en suave pendiente desde el castillo hasta el Marne.
¡Si hubiesen estado así en la batalla del Marne!... dijo Desnoyers á su amigo. Ahora, la caballada vivía en interminable descanso. Sus jinetes combatían á pie, haciendo fuego en las trincheras. Las bestias se hinchaban en una tranquilidad conventual, y había que sacarlas de paseo para que no enfermasen ante el pesebre repleto.
Tal vez les habían indicado un vado ó una barca olvidada para salvar el Marne, y continuaban su retroceso hacia el río. De un momento á otro, los alemanes iban á entrar en Villeblanche. Transcurrió media hora de profundo silencio. El pueblo perfilaba sobre un fondo de colinas su masa de tejados y la torre de la iglesia rematada por la cruz y un gallo de hierro.
También ellos esperaban de un momento á otro la contestación de enfrente. El que iba junto á don Marcelo le felicitó por la impavidez con que soportaba los cañonazos. Mi amigo conoce eso dijo el senador con orgullo . Estuvo en la batalla del Marne. Los dos militares apreciaron con alguna extrañeza la edad de Desnoyers. ¿En qué lugar había estado? ¿A qué cuerpo pertenecía?...
Palabra del Dia
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