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¡Anda! dije á mi mujer, con el mismo tono con que la hubiera dicho: el mago nos espera. Saltamos del carruaje, y nuestra ávida y respetuosa mirada se fijó en el frontis de la gran basílica. Aquella fachada es pintoresca, festiva, graciosa, sin dejar de ser grave, religiosa y solemne.

Pues el espíritu que agita á ese imperio fabuloso, esa palanca que lo remueve, ese huracan que lo airea y lo empuja, el arquitecto milagroso que echa por tierra su enorme muralla, el mago invisible que lo hechiza, ¿lo oyes lector mio? ese formidable poder que aturde á los chinos; ese huésped irresistible que les obliga á tolerar otras religiones; que les obliga á conceder la libertad de cultos, aunque al oirlo se estremezca la tumba de su sagrado ; eso que allí se mueve, que por allí anda, eso que allí reina, es la estadística; la Economía política; la administracion, las matemáticas sociales; el gobierno de nuestros dias.

10 No sea hallado en tu tierra quien haga pasar su hijo o su hija por el fuego, ni practicante de adivinaciones, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, 11 ni fraguador de encantamientos, ni quien pregunte a pitón, ni mago, ni quien pregunte a los muertos. 12 Porque es abominación al SE

Nuestras cabezas, casi unidas, parecían beber la música del mago, y con la música las palabras: palabras de poeta, de uno de los más grandes poetas de amor que han existido, grandiosas y fuertes, dignas de héroes. La walkyria, convertida en mujer, estremecida aún por la sorpresa de la iniciación carnal, se despide de Sigfrido, el héroe virgen que acaba igualmente de conocer el amor.

Recuerdo á este propósito á cierto singularísimo personaje que conocí en mi mocedad, estando yo en la capital del Brasil. Era un mago ó sabio ambulante. Peregrinaba con una hermosa profetisa de Nueva York, que era su mujer ó cosa parecida, y que, magnetizada por el mago, decía mil cosas estupendas que él le sugería.

Aquella tarde, el viejo y venerado maestro, a quien solían llamar Próspero, por alusión al sabio mago de La Tempestad shakespiriana, se despedía de sus jóvenes discípulos, pasado un año de tareas, congregándolos una vez más a su alrededor.

Entre estos peregrinos que nos han dado chasco, te citaré a Simón el Mago, a Apolonio de Tiana, a Máximo de Efeso, consejero de Juliano el Apóstata, y por último, al encantador Merlín, a quien consideran en Europa como hijo del diablo, lo cual no hay para qué decir que es absurda mentira. ¿Pero es menester preguntó Morsamor llegar a estos sitios para participar de vuestra sabiduría?

En fin, á despecho mio, arrostrando con cierta vergüenza la nota de cobarde, con que queria picarme el compañero, eché á huir hácia la escalera, casi dando chillidos y con los cabellos erizados. En mi vida me he creido más fuera del mundo. Me parecia que era propiedad de un mago, de un duende, de una bruja.

La casta antigua le llamó mago, por ejemplo; el mago inglés se llama cañon, pólvora, buque, lord, renta, capital; pero de cualquier modo es la antigua casta, el mago persa ó el brahman indio. Esto caerá, como cayó aquello, reproduciendo las sublimes palabras de Víctor Hugo.

Ramiro removió entonces los labios para preguntar si en todo aquello no había nada que fuera contrario a la Santa Iglesia de Cristo; pero el mago, poniéndole el dedo en la boca, abrió un libro al azar, y leyó: «Aquél no puede ser el mayor Señor que tiene temor de alguna cosa.» «Más vale la libertad en el querer, en el recordar y en el saber que poseer un reino o un imperio