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No has sido en esta época la única cordobesa a quien hizo el amor profetisa. Otra hubo antes que , que compitió en esto contigo.

Y á propósito, Roger; nunca te he preguntado por qué la noble profetisa dijo de que tenías el pensamiento puesto en el castillo de Monteagudo con más constancia y cariño que yo mismo.... Quizás tuviera también razón al decirlo, señor, replicó el escudero ruborizándose, porque os confieso que en aquel castillo pienso todo el día y con él sueño de noche.

2 Y junté conmigo por testigos fieles a Urías sacerdote, y a Zacarías hijo de Jeberequías. 3 Y me junté con la profetisa, la cual concibió, y dio a luz un hijo. Y me dijo el SE

Y como las imaginaciones no vienen solas, sino que nacen unas de otras, enredándose y trabándose como áurea cadena, doña Mencía no se contentó con fingir pasado lo que se acaba de decir, sino que se creyó conocedora y zahorí de lo presente y aun inspirada profetisa para ver a las claras las cosas futuras.

Recuerdo á este propósito á cierto singularísimo personaje que conocí en mi mocedad, estando yo en la capital del Brasil. Era un mago ó sabio ambulante. Peregrinaba con una hermosa profetisa de Nueva York, que era su mujer ó cosa parecida, y que, magnetizada por el mago, decía mil cosas estupendas que él le sugería.

La profetisa Manto le indica el modo de dar con ella: le dice por qué sendas debe bajar al reino sombrío de Plutón, en las más hondas raíces del Olimpo, adonde ya bajó y de donde nunca volvió Orfeo; Fausto con no menos brío que Orfeo, y con mejor fortuna, desciende al Orco en busca de su amada. ACTO III. Aquí se advierte más aún el defecto de la realidad; lo frío de la alegoría.

Entonces tal vez su nombre brillaría hoy en la Historia como la fundadora de una secta religiosa á par de Ana Hutchinson: quizás habría sido una especie de profetisa; pero probablemente los severos tribunales de la época la habrían condenado á muerte por intentar destruir los fundamentos en que descansaba la colonia puritana.

La sombra de Inglaterra se extiende al otro lado de los mares. ¡Bertrán, Bertrán! ¡Nos vencen, porque el menor de sus capullos es más hermoso que la mejor y más perfumada de nuestras flores! La profetisa dió una gran voz, alzóse del asiento y cayó desvanecida en brazos de su esposo, que dijo conmovido: ¡Ha terminado la visión, la hora sagrada y misteriosa que revela el secreto de lo porvenir!

Tengamos confianza y el cielo nos será propicio. Sin los rezos de Moisés y sin los milagros que por su intercesión hizo Dios, Josué no hubiera vencido; la profetisa Débora no hubiera entonado su himno triunfal, si las inteligencias que mueven los astros no hubieran bajado á combatir en favor de su pueblo; en mil batallas han tomado parte los dioses del Olimpo para favorecer á los hijos de Grecia; y los Dióscuros abandonando el refulgente alcázar que tienen en el cielo, y donde hospedan al sol en los más hermosos días de cada año, han peleado en solemnes ocasiones por la grandeza de Roma.

Don Gonzalo miró a Juanita con cara de compasivo menosprecio; Juanita, en ademán de profetisa triunfante, miró a su hermano Manrique; y Manrique, que estaba mirando al suelo, según costumbre, y columpiando una pierna cruzada sobre la otra, bajó un poquito más la cabeza y corrió la mirada dos rendijas hacia el sillón... Enseguida leyó Juanita en alta voz una revista de Asmodeo, como para desinfectar la casa y endulzar los paladares; y no volvió a mencionarse allí el nombre de los Bermúdez, cuanto más el inaudito suceso que en aquellos instantes corría de boca en boca por toda Villavieja.