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A los seis años de su profesión, sor Misericordia se llamaba la madre abadesa. Su competidora vencida enfermó de rabia, y murió desesperada bajo la presión de su vencedora. Hay entre las armas antiguas una que se llama puñal de misericordia. Con este puñal remataban los vencedores á los vencidos. A esta madre, en fin, fué á visitar la joven y hermosa doña Catalina de Sandoval, condesa de Lemos.

Aparte de estos pequeños respiraderos, abiertos al exterior, como hemos dicho, ni el más insignificante detalle distraía los ojos en aquellos sucios ó blanqueados paredones, que remataban en tejados con enormes aleros y en su mayor número en azoteas. Señor y á toda la xpitiandad lo cual todo fagan y cumplan sopena de dos mill mrs. á cada vno que lo contrario fiziere

La vasta nave y sus haces de columnas delicadísimas, que remataban en palmeras, entretejiéndose para formar la bóveda; las ventanas rasgadas en toda la extensión del pavimento y cubiertas con el diáfano muro de cristales de colores; la multitud de figuras representativas; la fauna, la flora; la riqueza de los altares, las luces, los resplandecientes trajes de los sacerdotes; el incienso, formando azuladas nubes; el son del órgano, á veces suave y apagado como la respiración de un niño que duerme, después fuerte y estentóreo como el resoplido de un gigante colérico; el coro grave, y los rezos quejumbrosos, todo esto impresionó de tal modo á nuestra viajera, que estuvo un buen rato pegada á la bóveda, sin, atreverse á descender, sobrecogida de admiración, piedad y respeto.

Nosotros, gentes del campo, no hacemos mal á nadie y nada debemos temerCuatro horas después, al bajar una de las pendientes que forman el valle del Marne, vió á lo lejos los tejados de Villeblanche en torno de su iglesia, y emergiendo de una arboleda las caperuzas de pizarra que remataban los torreones de su castillo. Las calles del pueblo estaban desiertas.

En la mayor parte han desaparecido los nervios de las bóvedas, los capiteles y repisas de donde partian, los nudos y florones en que remataban; las arcadas de las naves llevan encima ridículos cornisamentos, los esbeltos pilares de piedra estan sepultados en la pesada masa de cal y canto que sostiene los modernos arcos de medio punto, y estos arcos suelen estar flanqueados de pilastras romanas de risibles proporciones.

Estos balcones tenían por dosel enormes guardapolvos; los tejados remataban en descomunales aleros, y, abajo, las amplias y voladas rejas terminaban en humildes cruces.

La piel de la frente era amarilla y arrugada como las hojas de un incunable; y mientras hablaba, esta piel se movía rápidamente y se replegaba sobre las cejas formando una serie de círculos concéntricos alrededor de los ojos, que remataban en semejanza con un lechuzo. Vestía de negro, y en la cabeza llevaba una gorrilla de terciopelo.

Las conteras de los bastones, golpeando con furia el sucio entarimado, remataban las víctimas que iban cayendo de la mesa, expirantes.