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Contestaremos con estas sabrosas líneas de don Miguel de Unamuno: "Y me moriré repitiendo que la falta de austeridad no es sino falta de inteligencia y que no es sino tontería, pura tontería, tontería de remate lo que atrae a esa gentuza del buen tono a los centros del lujo y del vicio. No siendo el vicio de pensar todos los demás arrancan de deficiencias mentales.

Y detúvose aquí un poco, porque se le olvidó el nombre que el cura le había puesto; pero él acudió al remedio, porque entendió en lo que reparaba, y dijo: -No es maravilla, señora mía, que la vuestra grandeza se turbe y empache contando sus desventuras, que ellas suelen ser tales, que muchas veces quitan la memoria a los que maltratan, de tal manera que aun de sus mesmos nombres no se les acuerda, como han hecho con vuestra gran señoría, que se ha olvidado que se llama la princesa Micomicona, legítima heredera del gran reino Micomicón; y con este apuntamiento puede la vuestra grandeza reducir ahora fácilmente a su lastimada memoria todo aquello que contar quisiere. -Así es la verdad -respondió la doncella-, y desde aquí adelante creo que no será menester apuntarme nada, que yo saldré a buen puerto con mi verdadera historia. «La cual es que el rey mi padre, que se llama Tinacrio el Sabidor, fue muy docto en esto que llaman el arte mágica, y alcanzó por su ciencia que mi madre, que se llamaba la reina Jaramilla, había de morir primero que él, y que de allí a poco tiempo él también había de pasar desta vida y yo había de quedar huérfana de padre y madre.

Prometióselo don Quijote, y juró por vida de sus pensamientos no tocarle en el pelo de la ropa, y que dejaría en toda su voluntad y albedrío el azotarse cuando quisiese. Levantóse Sancho, y desvióse de aquel lugar un buen espacio; y, yendo a arrimarse a otro árbol, sintió que le tocaban en la cabeza, y, alzando las manos, topó con dos pies de persona, con zapatos y calzas.

Vinieron á tiempo que no fueron menester. Primero de marzo, al hacer del alba, hicimos vela para los Gelves con muy buen tiempo, donde llegamos aquella misma noche, y reforzó tanto el viento, que fué muy gran ventura no perderse muchas naves al tornar de los Secos.

Al consignar estos apuntes, he hecho caso omiso de mis conveniencias personales; pues estoy si fuera necesario para acreditar mi convencimiento y mi ; dispuesto á todo género de sacrificios, además creo corresponder mejor al buen trato que he recibido y sigo recibiendo de las autoridades americanas, manifest

Y con mano temblorosa hojeaba los manuales usados, desde el modesto abecedario hasta los imponentes tratados de geometría y álgebra; los cuadernos de escritura, de cálculo y de análisis con que se ejercitaban poco a poco sus dedos, su ingenio y su corazón, y en los que se encontraban dibujos fantásticos y observaciones imprevistas, de esas que indican el buen o mal humor de los escolares, como en los presos las paredes de la cárcel, o pensamientos cándidos de este género: ¡Si mi tío pudiera ser mi institutriz! grito del corazón acompañado de un pintarrajo que representaba al buen tío con los anteojos de miss Dodson...

Los bárbaros, somos nosotros, que en vez de buscar hombres que nos den de comer, pagamos tributo á los caballeros garçones y á los cubiletes de buen tono. Pero no, no eres bárbara que me sigues, como la sombra al cuerpo: el bárbaro soy yo.

Soy el cenobita de estas soledades; me hacen compañía las aves, el sol, la brisa campestre llena de bondades y el recuerdo de una difunta ilusión. Al caer la tarde, por este camino a quien fresca sombra los árboles dan, pasa con sus dichas el buen campesino montado en el lomo de su carabao .

Desengañáos, doña Clara contestó el hombre ; vuestro padre, el buen Ignacio Soldevilla, está muy lejos, y aunque le llaméis, y aun cuando venga, vendrá tarde; toda la corte sabrá ya que la ingrata hermosura á quien llaman la menina de nieve no ha sido esquiva para .

Acerqueme al grupo de donde salía aquella charla retumbante, que dominaba las demás voces, y quedé asombrado, reconociendo al mismo D. José María Malespina en persona. Corrí a él para decirle que estaba su hijo, y el buen padre suspendió la sarta de mentiras que estaba contando para acudir al lado del joven herido.