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Viedma, cuya imparcialidad era conocida, hablando de los Jesuitas, escribia en 1787 . «Estos religiosos, á impulsos de una fina política y dedicada aplicacion, consiguieron poner aquellos pueblos en el mayor estado de prosperidad, con los frutos de sus fértiles terrenos cultivados por los indios, é industriosas manufacturas que les fueron enseñando para el beneficio de ellos con maestros hábiles.

Crónica de Alfonso XI, págs. 177 y siguientes; Madrid, 1787. Ya las Siete Partidas hablan de las obligaciones de los caballeros de tal suerte, que nos hacen acordarnos de Amadís ó de Palmerín de Inglaterra. El caballero debe usar vestidos limpios y brillantes, y en las ciudades largo manto que los envuelva, para inspirar al pueblo mayor respeto.

Siguiendo adelante los abusos, llegaron á ser intolerables; empero, entre los gobernadores españoles, mudos testigos de tan lamentable estado de cosas, á que no les era dado poner remedio, hubo uno que se atrevió á levantar la voz: este fué don Lazaro de Rivera, quien presentó sucesivamente á la audiencia de Charcas, en 1786 y 1787 , varias memorias, expresando el voto de los habitantes de San-Pedro, de Trinidad y de Concepcion, que deseaban pagar el real tributo, y sustraerse al estremado rigor con que se veian tratados por los curas, quienes frecuentemente los hacian azotar por mero capricho, en tanto que escandalizaban al pueblo con la depravacion de sus costumbres.

Asi, el hermoso hotel Gibbon en que nos hospedamos, y cuya situacion es muy feliz para contemplar el panorama del Leman, ocupa el lugar de un antiguo jardin donde el ilustre historiador inglés de aquel nombre escribió, según afirman, en 1787, las últimas páginas de su bella «Historia de la decadencia y ruina del imperio romano». Voltaire se encantaba con su residencia en Losana, y allí se reunieron con frecuencia muchos hombres ilustres, tales como Fox, Mercier, Raynal, Servan, Brissot y Zímmermann.

Cerca de la puerta se encontraba á principios del siglo XIX, en un hueco de la pared, el célebre cafetín llamado de Julio César, donde se reunía por la noche gente maleante, que tenía siempre cuentas pendientes con la justicia. Las más importantes obras efectuadas en la puerta de Triana fueron las que se llevaron á cabo en 1787, siendo Asistente don José Ábalos.