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Otro fundamento es la clase de construccion que en los muros maestros de dichas parroquias se advierte, donde por rara casualidad la ha dejado descubierta la manía rebocadora de los señores rectores y obreros que de tiempos atrás se han venido sucediendo, la cual cubre hoy indistintamente con una capa de cal y ocre de medio pié de espesor así los rústicos y lisos paredones, como las antiguas, menudas y prolijas esculturas de las archivoltas, capiteles, cenefillas, repisas, etc.

Y hoy mismo, para nosotros, viajeros del siglo XIX, todavía le conserva á pesar de las plagas que le han caido encima, á pesar de las innumerables manos de cal y ocre que le han envuelto por defuera, y de los cuajarones churriguerescos que le han brotado por dentro.

Así se cumplió; hoy sin embargo, por de fuera, no se ven de la puerta árabe que entonces se tapió mas que las jambas: el gallardo arco de herradura está sin duda sepultado, con los ajimeces que tendria probablemente á cada lado en la parte superior, bajo las gruesas capas de cal y ocre con que el moderno vandalismo ha presumido hermosear todos los antiguos monumentos de España.

Jacinta miró hacia arriba y vio dos filas de corredores con antepechos de fábrica y pilastrones de madera pintada de ocre, mucha ropa tendida, mucho refajo amarillo, mucha zalea puesta a secar, y oyó un zumbido como de enjambre. En el patio, que era casi todo de tierra, empedrado sólo a trechos, había chiquillos de ambos sexos y de diferentes edades.

En este no encontramos vestigio de gente ni indios, mas mucha abundancia de sal muy especial con visos de rosada. Encontraron liebres, guanacos, lobos y perdices, cochinilla silvestre, yeso, ocre y canchalagua.

Feo y pedestre como un pliego de aleluyas o como los romances de ciego, el edificio bifronte, con su torre barbiana, el cupulín de la capilla de la Novena, los irregulares techos y cortados muros, con su afeite barato de ocre, sus patios floridos, sus hierros mohosos en la calle y en el alto campanario, ofrece un conjunto gracioso, picante, majo, por decirlo de una vez.

Verdaderos cortinajes de piedra con innumerables y elegantes pliegues, coloreados á trozos por el ocre de rojo y amarillo, se extienden como escaparates de tejidos en las entradas de las salas; en el interior se suceden hasta perderse de vista las columnas con basamentos y capiteles adornados con relieves caprichosos; monstruos, quimeras y grifos, se retuercen en grupos fantásticos en las naves laterales; altas estatuas de dioses se levanten aisladas, y á veces, á la luz de las antorchas, parece que su mirada se anima y que, con enérgico ademán, alargan sus brazos hacia nosotros.

Se le hubiera creído un esqueleto animado de vida, pues se había pintado con tierra amarilla, una especie de ocre, sin duda, las costillas y los huesos. No iba armado; pero en la mano, pendiente de un bastón, llevaba un trozo de corteza de árbol, de un color y forma particular. Los chinos, al ver aquel extraño emblema, palidecieron, murmurando: ¡El wai-waiga!

La arena tamizada por las aguas tiene sus plantas especiales, lo mismo que los amontonamientos de piedras arrastradas, la arcilla color de ocre y los intersticios de la dura roca.

El río, crecido, iba de color de ocre. Se detuvieron en Lasao, en la posesión de un barón carlista, a hacer que su administrador firmara un documento y siguieron bordeando el Urola hasta Azpeitia. Aquí el trabajo era bastante grande y tardaron en terminarle.