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Ana tuvo aquellas noches sueños horribles. Al amanecer, cuando la luz pálida y cobarde se arrastraba por el suelo, después de entrar laminada por los intersticios del balcón, despertaba sofocada por aquellas visiones, como náufrago que sale a la orilla.... Parecíale sentir todavía el roce de los fantasmas groseros y cínicos, cubiertos de peste; oler hediondas emanaciones de sus podredumbres, respirar en la atmósfera fría, casi viscosa, de los subterráneos en que el delirio la aprisionaba.

Descendió el príncipe por un amplio camino entre balaustradas de jardines y muros de roca con penachos floridos pendientes de sus intersticios. Al ver de cerca el morabito, comprendió la fuga de los vecinos. El general había sabido hacer las cosas. Los pináculos estaban adornados con calaveras y tibias, lo mismo que la cruz de hierro que remataba la cúpula.

Crecen en sus intersticios ortigas y parietarias, que sirven de guarida en el verano a los pequeños renacuajos. Penétrase en seguida en espacioso corredor, cuya anchura queda un tanto reducida por unos grandes armarios de nogal que sirven a los campesinos para guardar la ropa, el trigo y la harina.

La fiebre de los negocios dominando al país entero; la alucinación de las ganancias fabulosas, que no era más que un síntoma de la misma enfermedad; a ciegas, en el laberinto de la especulación, la tierra pronto falta a los pies, no se pisa seguro, no se sabe por dónde se anda... Llega el día de la liquidación, se hace el balance, se buscan las soberbias cantidades con su lucido cortejo de ceros, que en el papel cautivaban la vista... el fondo de la caja está agujereado y por los intersticios han salido los números, como gotas de agua, evaporándose. ¡Y hay que pagar! empieza entonces la caza del oro, que se escabulle, se resiste, se escapa; y como el tiempo apremia, no habiendo ya otro recurso, se cogen los cuatro cascotes de la ciudad y los cuatro terrones del campo y se arrojan, como presa, a la jauría de acreedores.

Lázaro, puestos los codos en el antepecho de la ventana y apoyado el rostro entre las manos, miraba distraído las bandadas de pájaros que, volando sesgadamente en torno de la vieja techumbre, venían a guarecerse en los intersticios de las tejas, y sentía que, tan rápidas como ellos, pero menos alegres, sus reflexiones iban trayéndole a la mente, en invasión desordenada, revueltas con las tenaces preguntas de la conciencia, las inseguras disculpas de la razón; y al par que cada pensamiento le mostraba sus ilusiones muertas para siempre, en nada descubría apoyo de consuelos presentes o vislumbre de esperanzas futuras.

Esto era fácil, , muy fácil; lo terrible era el pico de aquella suma. ¿Por qué se escapaban las cifras, huyendo y desapareciendo en menudas partículas del metal líquido por los intersticios del tul del pensamiento? Era preciso pensar fuerte y espesar la tela, para coger aquellas 233.412 pesetas, con sus graciosas crías los 75 céntimos.

Las hierbas, en apiñados y compactos grupos, y multitud de arbustos, llenan los intersticios entre los troncos; el más pequeño espacio vacío se puebla inmediatamente de plantas deseosas de aproximarse al arroyo bienhechor. Pero el agua realiza también su obra lejos de sus bordes.

De trecho en trecho hay muelles avanzados de madera que sirven de estaciones, y á cada diez minutos llega de subida ó de bajada un vapor, largo, delgado y ligero como una anguila, que lanza de su seno una multitud de pasajeros, recoge otra, hace silbar su locomotiva y se escapa caracoleando con maravillosa destreza por entre los estrechos intersticios que dejan los botes y navíos que tapizan las ondas,

Era un cuadro en las profundidades del mar, con ansiedad de buzo y resplandor de mariscos entre el lívido verdor del agua. Las arañas se paseaban sobre los objetos, pero Rafael no les tenía miedo. Las correderas entraban y salían por los intersticios, huyendo azoradas al ruido, pero el Majito tampoco las tenía miedo. Estuvo un rato en acecho, dudoso, mirando y eligiendo.

Hullin dirigió una mirada por los intersticios de las nubes y pudo reconocer la posición. Los alemanes habían perdido la altura del Valtin y la meseta de «El Encinar» y estaban agrupados en el valle de Charmes, al pie del Falkenstein, a un tercio de la ladera, para no ser dominados por el fuego de sus adversarios.