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Actualizado: 22 de julio de 2025
Enmudeció, perdió el sentido, quedó absorto y, finalmente, tan enamorado cual lo veréis en el discurso del cuento de mi desventura.
Marchaba distraído, con la mirada perdida en las nieblas del horizonte, absorto en vagos y tristes pensamientos. Los celos le tenían asida el alma desde el encuentro que por la noche tuviera con Octavio. Mas era su amor tan tímido, á pesar de las victorias alcanzadas, que no osaba decir una palabra de tal escena á la condesa.
Quedeme absorto al ver cómo aquella criatura había aprendido a mover caderas, piernas y brazos con tanta sal y arte tan divino cual las más graciosas majas de Triana.
Estaba esperando un envió del apoderado. Dámelos ordenó Lubimoff. Y á continuación, como si recordase algo repentinamente, habló con indiferencia de la deuda contraída en la tarde anterior. Toledo quedó absorto al saber que debía entenderse con el viejo usurero para la devolución de los veinte mil francos y el pago de unos intereses inauditos que podían doblarse en pocos días.
Reclinada la cabeza sobre el brazo, lloraba en silencio, expresando una pena viva y sin espasmos, un dolor tranquilo, como todos los dolores viejos que se normalizan con su monótona permanencia. Quedose absorto Juan Bou ante aquella escena, y después hizo una tras otra las preguntas vulgares propias del caso. ¿Está usted mala? ¿Tiene usted algo?
¡Su padre! dijeron ambas jóvenes, lanzando argentina carcajada. ¡Ah sí, su padre! ¡Hasta la tarde, señor Roger! y se alejaron alegremente, llamando á voces á su amiga Constanza. Roger se quedó absorto.
Antoñona se había deslizado hasta allí sin que nadie lo advirtiese, aprovechando la hora en que comían los criados y D. Pedro dormía, y había abierto la puerta del cuarto y la había vuelto a cerrar tras sí con tal suavidad, que D. Luis, aunque no hubiera estado tan absorto, no hubiera podido sentirla.
Había olvidado por completo que le estaba prohibido tomar parte en la lucha. Al ver aquello volví a reírme, salté al suelo y poniéndole la mano en el hombro le dije: A casa y a la cama, viejo mío. Tengo que contarle a usted la historia más graciosa que ha oído en su vida. Se volvió, absorto, y exclamó, estrechando mi mano: ¡Salvado! ¡Salvado! Pero en seguida refunfuñó como acostumbraba.
El ingeniero, absorto por el carácter inverosímil de su aventura, no supo qué decir. ¡Eran tan numerosos los pensamientos que bullían en su cabeza y las preguntas que iba amontonando su curiosidad!... El personaje subido en la lechuza rodante interpretó este silencio como una muestra de timidez. Puede usted hablar sin miedo, Gentleman-Montaña.
Pronto se reunieron en aquel sitio otros cuantos mozos formando círculo en torno de los dos muchachos, que con el calorcillo del fogón y de las luces comenzaron a revivir. Miguel se quedó absorto contemplando los andrajos de que iban vestidos. Acudió también el amo, a quien Hojeda mandó avisar; todos hacían preguntas sobre preguntas a los pobres chicos, que apenas articulaban más que monosílabos.
Palabra del Dia
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