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Luego, el empleado fue presentándole a otros: el Golfín, un angelito de pelo rizado y ojos garzos, con el que había que tener gran vigilancia por la intensa simpatía que inspiraba a sus compañeros; el Boto, el Feo y el Paniego, que llevaban varias temporadas en el establecimiento, y siempre «trabajaban» juntos; el Morritos, el Lentejas y el Lagarto, que aún no contaban trece años, pero tenían sus novias fuera de la cárcel, lo que les daba gran prestigio entre los compañeros.

Pero al fin Ana se vio sola en el comedor, cerca de aquella chimenea de campana, churrigueresca, exuberante de relieves de yeso, pintada con colores de lagarto; la chimenea, al amor de cuya lumbre leyera en otros días tantos folletines la señorita doña Anunciación Ozores, que en paz descansa. Ahora no había allí fuego; la hornilla, descubierta, era un agujero de tristeza.

Y convulsivamente cerró los dedos centrales de su mano, avanzando el índice y el meñique en forma de cuernos, para conjurar la mala suerte. Quiso seguir, pero todas las láminas representaban horrorosos reptiles, y acabó por cerrar el libro con manos trémulas y devolverlo al armario, murmurando: «¡Lagarto! ¡lagartopara desvanecer la impresión de este mal encuentro.

La gran culebra triste y oscura no acababa de encontrar guarida y seguía arrastrándose silenciosamente entre las sombras del crepúsculo. Los pedazos del lagarto que Pedro había matado se reflejaban aún en su lomo tembloroso y plomizo. Cuando llegó la pareja al palacio era ya noche cerrada. Fragmentos de un diario.

Ó conmigo, paloma. ¡Por San Jorge! la vida es corta y lo mejor es hacerla alegre. ¡No vuelvan á ver mis ojos el puente de Chester si no le digo dos palabritas á esta buena moza! ¿Qué lleva el lagarto ese bajo el brazo? preguntó un tercero. Á ver, manojo de huesos. Venga el envoltorio.

Quién llevaba un terno de franela blanca como el ampo de la nieve con guantes y sombrero negros; quién lo lucía de color de lagarto con un sombrerito azul de alas microscópicas; quién, por fin, había creído oportuno vestirse de tricot negro con guantes, botines y sombrero blancos.

Una hora después volvía a su amo, y todos juntos regresaron a la casa. La prueba, si no concluyente, desanimó a Cooper. Se olvidó luego de ello, mientras el fox-terrier continuaba cazando ratas, algún lagarto o zorro en su cueva, y lagartijas.

143 Estaba de centinela y por causa del peludo verme más claro no pudo, y esa jue la culpa toda: el bruto se asustó al ñudo y fi el pavo de la boda. 144 Cuando me vido acercar: quién vivore-? Preguntó; ¿qué víboras?, Dije yo. ¡Ha garto!, Me pegó el grito, y yo dije despacito: ¡más lagarto serás vos!

Mire usted, señorita, cómo se inclinan estos avellanos sobre el arroyo... Parece que arden de sed los pobres. ¡Qué pena debe de ser mirar el agua tan cerca y no poder beberla!... Mire usted, mire usted, sin embargo, aquella rama... ya consiguió besar la corriente... ¡Cómo se pondrá ahora el cuerpo de agua!... ¡Calle, ahora salimos con que nos estaba escuchando aquel lagarto!...

Me perecía por conversar con él; y como en estas intimidades se me deslizaban en la lengua algunos destellos de la luz en que se bañaban mis ideas en su escondrijo, el muy lagarto se sonreía a la callada, y con bien escaso esfuerzo de ingenio iba descubriéndome todo lo que yo no quería declarar.