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Al mismo tiempo esta rodilla izquierda se me había inflamado de tal modo que no pude ir siquiera desde mi cuarto al comedor. Le mandé recado a don Máximo, y hasta el oscurecer no vino.

En mi calidad de extranjero, nada tenia de extraña mi pregunta: me dirijí al que me pareció ser director del Establecimiento, y con extrema cortesía satisfizo mi curiosidad. La cuestion es muy sencilla: los nobles de Venecia, dados á la opulencia y al lujo, empezaron con sus elegantísimas góndolas, que es como si dijéramos coches de gala, á oscurecer las del dux.

Jamás salía de casa sin pedirle permiso, no fumaba en su presencia, se recogía al oscurecer, rezaba el rosario, confesábase cuando ella lo ordenaba. Mientras su cuerpo se desarrollaba prodigiosamente, se trasformaba en un mancebo bizarro y atlético, su espíritu continuaba tan infantil y sumiso como si nunca pasara de diez años.

Aconteció, pues, que cerca ya del oscurecer en el siguiente día entraba yo con toda tranquilidad en casa de doña Flora, cuando esta, Amaranta y su hija saliéronme al encuentro con gran sobresalto y alarma. ¿No sabes lo que ocurre? dijo doña Flora . El bribón de lord Gray ha cargado con la santa y la limosna. La Asuncioncita ha desaparecido anoche de la casa.

Pero, señor, me decia mi mujer al salir: ¿puedes comprender que esa muchacha tan flexible y graciosa, pueda ser hija de ese fenómeno? ¡Milagros del amor! Llegamos á casa cerca de oscurecer, y hemos pasado una buena parte de la velada recordando tres cosas: la señora del restaurant, el abrazo del puente Nuevo, y el perro que ardia; aquel animal que se quemaba y lamia el baston de su amo.

Todo con objeto de no nublar el sol de nuestra mutua felicidad... para no marchitar nuestras tiernas promesas en flor, ni oscurecer el cielo conyugal con una explicación desagradable, pero debo hacerlo... ¡vive Dios!... Señora... debo hacerlo hoy. ¡La niña no está ya aquí! ¡Cómo! exclamó la señora de Ponce con sorpresa.

Demasiadamente confiado dormí yo aquella noche y dejé transcurrir el día siguiente. Por la tarde, poco antes de oscurecer, me fui a situar al puente de Triana, donde Paca me había dicho que la esperase para darme cuenta del resultado de la carta y de sus gestiones. Era la hora de más animación en aquel paraje. Los obreros y obreras de Triana que trabajaban en Sevilla tornan a sus casas.

Cuando al oscurecer del día 27 de Noviembre de 1723 los vecinos de Sevilla se disponían á recogerse en sus casas para entregarse al reposo se vieron sorprendidos por el ruído que por varias calles promovía el toque de trompetas y atabales, el paso de caballos y las voces de no poco concurso que rodeaban á los ginetes. La causa de todo aquello era la siguiente.

Principia á oscurecer, aunque hace rato que se han encendido los faroles; miles de luces oscilan en todas partes á impulsos del viento; no hay árbol, ni arbusto, ni columna, ni espacio de barrera, en donde no aparezca un resplandor.

Y no di juego, limitándome a alzar los hombros y a dejar escapar un gruñido galante. Luego que tuve lacrado y sellado el protocolo, lo metí a duras penas en el bolsillo y salí a refrescar la cabeza, que bien lo necesitaba. ¡Tres horas había pasado escribiendo! Cerca del oscurecer, pasando por la calle de las Sierpes, vi en la Británica a Villa, y entré a acompañarle.