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Habiéndose mostrado Amaury más galante que nunca y más delicadamente afectuoso con Antoñita, renovando sus apartes con más frecuencia que otras veces y prolongándolos como nunca, el conde, que aunque parecía absorto en el juego, lo veía todo, acercose a Antoñita al despedirse y le dijo después de besarla en la frente: Oiga, usted, hipocritilla: ¿Por qué tenía tan callado que Amaury, el inconsolable disfrazado de hermano, procedía como novio tratando de pasar por tutor para mejor cortejar a su pupila? ¡Qué diantre!

Pero Tónica se detenía, ruborizándose como si sintiera haber dicho demasiado, y miraba a su no vio confusa y avergonzada, mientras éste buscaba la linda manecita de ella para besarla repetidas veces, sin importarle la presencia de Micaela. La costurera consentía estas caricias. Conocía bien a Juanito. No había cuidado que pasase de ellas.

Después habló para acusarse a misma, sin dirigir el menor reproche al joven. Ella tenía la culpa: debía haber evitado esta soledad, negarse a entrar en el cementerio con Isidro, que estaba acostumbrado a los mayores atrevimientos con sus impúdicas amigas de Madrid... ¡Besarla!... ¡y en aquel sitio!...

Al pronunciar estas palabras se alzó de la silla y alargando las manos cogió la cara de la joven para besarla; pero ésta se zafó de ellas con prontitud; volvió á tomarla Velázquez y de nuevo se arrancó con fuerte sacudida, levantándose y saliendo á la parte de afuera.

D.ª Carmen le quitó suavemente el sombrero, lo puso en un sillón contiguo y se inclinó para besarla amorosamente en la frente. Hace cuatro días justos que no has venido a verme, pícara. Ayer no he podido, mamá. Pasé casi todo el día arreglando mis cuentas, haciendo números. ¡Oh, qué horribles números! ¿Y por qué los haces? ¿No está ahí tu marido?

¡En el sétimo cielo; a la derecha de Dios Padre! Y tomándole una mano comenzó a besarla con frenesí, como si no hubiera nadie delante. Julia te ha escrito pidiéndote perdón de mi parte, ¿no es verdad?... Diciéndote que estaba en peligro de muerte, y deseaba casarme contigo, ¿verdad?... Pues todo, todo eso es cierto... Sólo que ya no me muero.

A cambio de su propia vida, pedía él que resucitase un instante, el tiempo preciso para besarla, para que partiese con el convencimiento de que la amaba, para salvar su cuerpo adorado de la odiosa profanación. Tardó unas dos semanas en volver a Madrid. Una mañana que entró en la villa, vio de lejos a Nogueras camino de San Carlos, y sintió la necesidad de hablarle.

La buena señora empezó a ser para él lo que había sido para Mario, una verdadera madre. Convinieron en que Godofredo la llamase mamá, pero no en presencia de D. Pantaleón, ¡cuidado! y le tuteó y le permitió besarla, y le reprendía, y le gobernaba. En fin, se repitió punto por punto lo que había pasado con Mario.

El tenue, blanco vapor, que los cubría se perdía en la claridad del aire. Un rayo de sol vivo, refulgente, hirió la cabeza de la Peña-Mea tiñéndola de color naranja. Una nubecilla arrebolada, nadando por el cielo azul, vino á besarla y después de darle largo y prolongado beso siguió más alegre su marcha. Los pámpanos de la parra, sacudidos por la brisa, azotaron suavemente el rostro de Demetria.

Pero aun aquella misma niña era ocasión de nuevos y crueles tormentos. No verla a solas sino de tarde en tarde; hallarse obligado a disimular sus sentimientos, a besarla fríamente como los demás, más fríamente que los demás; no poder llamarla hija del corazón, no sentirla gorjear el tierno nombre de padre, le entristecía y en ciertos momentos le desesperaba.