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Actualizado: 18 de junio de 2025


Entonces él, sin prisa de ladrón, con verdadera calma de dueño, fue aproximando lentamente los labios hasta besarla cerca de la boca; y ella, en pago, sin voluntad ni fuerza para rechazarle, oprimió la varonil cabeza contra su pecho. No fue beso robado, sino consentido primero y agradecido luego.

Ahora bien, ¿qué hubieran hecho ustedes si se les colocase delante del rostro, a dos dedos de la boca, una mano semejante? Besarla, estoy seguro. Pues eso es cabalmente lo que yo hice: besarla y escaparme riendo sin echar siquiera una mirada a su dueño. Detrás de gran algazara y muchas carcajadas femeninas, por lo cual comprendí que se me perdonaba de buen grado la audacia.

Entre el hipo de los sollozos, la señora articuló: ¿Sabes? lo que ha dicho Angela... es la verdad... ¡la terrible verdad! La joven, sin comprender, exclamó: ¿Que nos vamos a la estancia? ¡Mejor! ¿Y eso te aflige tanto? La madre volvió a besarla largamente. ¡Qué inocente era!

La atrajo a la señora y obligóla a arrodillarse delante del sillón, para tenerla más cerca todavía y poder besarla a sus anchas, en la boca, en los ojos, en la frente, en el pelo rubio y ondeado. La joven, sorprendida, repetía: Mamá, mi buena mamá...

Me la alargó, y yo, como es lógico, traté de besarla; pero la retiró con fuerza. No, eso no. Aguarda un poco, te daré el crucifijo, como en Marmolejo repuso riendo. Prefiero la mano. ¡Hereje, vete! Dios está en todas partes. Pero, en fin, si quieres darme el crucifijo, lo guardaré con cariño como un recuerdo. Espérate un momentito. Tengo aquí el hábito.

Lo más que recabó el joven marqués de su amada fue que le permitiese besarla en la frente de vez en cuando a título de hermano. Y no es necesario manifestar a los experimentados lectores que con este ayuno forzoso el amor del joven, lejos de mermarse, creció y se sobresaltó hasta lo indecible; porque deben suponerlo.

Había oído una lectura bastante larga; la fatiga y el sueño se habían apoderado de ella al mismo tiempo y, dejando caer la cabeza hacia atrás, se había quedado dormida en el sillón. El conde estaba solo con ella. Dejó el libro en el suelo, se aproximó dulcemente, se puso de rodillas ante ella y adelantó los labios para besarla en la frente, pero se contuvo por un instinto de delicadeza.

Muchas veces había dicho lo mismo, pero ahora estaban solos y aquella fiesta parecía haber aumentado su agresividad pasional. Ella, que se había sentado en el banco rústico, teniendo cerca al ingeniero, mostró cierta inquietud, aunque sin perder por esto su sonrisa tentadora. Canterac le cogió ambas manos é inmediatamente quiso besarla en la boca.

A Sagrario y a Leticia las temía de lumbre; y cada vez que una de ellas sentaba a Luz sobre sus rodillas para besarla, resonaban los besos en sus oídos como el chapoteo de las ondas cenagosas, y hasta veía la tersa y pura frente de la niña salpicada del fango de la charca.

Esta se adelantó y la besó en los ojos. Al fin se han vuelto a encontrar, después de un año, murmuró. Se habló de música y de novelas. Laura, que no dejó un instante de observar a Julio, suspiró, volvió a besarla. Se me ocurre que ya te quiere, le dijo al oído. Pero Adriana no podía escucharla. Miraba a Julio con los ojos un poco atónitos y sonreía con su sonrisa ligera.

Palabra del Dia

rigoleto

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