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Actualizado: 18 de julio de 2025


Y entonces, se había sentido devorar por la necesidad imperiosa de besar esa mano dolorida, de besarla devotamente en el dorso, de besarla con avidez en la palma; se había sentido devorado por el deseo de sentir el contacto de esa mano milagrosa en su cálida frente. ¿No era tan caritativa y bondadosa aquella mano? ¿No la había visto él un día curar cariñosamente a un herido, a un pobre loco, de cuya insania moral todos reían y ella sola se compadecía?

Todo va bien dijo Sarto, a tiempo que su criado tomaba mi mano para besarla. ¡El Rey está herido! exclamó. No es nada dije desmontando. Me lastimé el dedo cerrando una puerta. Y sobre todo silencio dijo Sarto; aunque a ti, mi buen Freiler, es casi inútil recomendártelo. El interpelado se encogió de hombros.

Los niños pequeñuelos acuden a verla las pocas veces que sale a la calle y quieren besarla la mano; las mozuelas le sonríen y la saludan con amor; los hombres todos se quitan el sombrero a su paso y se inclinan con la más espontánea reverencia y con la más sencilla y natural simpatía.

Se enterneció su corazón, y, obedeciendo a un inconsciente impulso de su sensibilidad, atrajo hacia a Miguelina y quiso besarla como para darle un testimonio de su agradecida ternura. Mas ella se resistió, le rechazó casi con ira y salió de la habitación precipitadamente. Mortificado, inquieto, disgustado, resolvió Delaberge salir a tomar un poco el aire a fin de sacudir tan penosa impresión.

; cien cuerpos quisiera tener para que él, como señor, los poseyera, y cada noche una virginidad para entregársela; pero al mismo tiempo, si enfermase, ¡con qué sincera abnegación le cuidaría! Si el dolor le postrara dejándole años y años sin fuerza para oprimirla ni voluptuosidad para besarla, ¡cuán tranquila y resignadamente se trocaría de querida en enfermera!

Ya veréis eso con vuestro hijo. Mientras tanto, tratad de casar al mío, y qué bueno sería eso... y nadie, os lo repito, sino vos, puede hacer ese milagro... ¡Adiós, querida hermosa! Volvió a besarla, y ya en la puerta, antes de salir, volvió a decirle: Mañana le diréis algo, ¿no? ¡Vaya! veré de hacerlo dijo Juana.

Carmencita tendió por su rostro una sonrisa llena de lágrimas. La vieja, angustiada, le acarició las manos, y al punto exclamó: ¡Qué frío tienes!... ¿No llevas bastante abrigo? ¿Estás también enferma? La acogió en su regazo como para darla calor, y comenzó a besarla. Carmen rompió a llorar con espasmo anhelante.

Caer los dos sobre la tierra empapada de sangre, como sobre un lecho de damasco rojo; besarla él, en los labios fríos, sin miedo a que nadie le estorbara; besarla y besarla hasta que el último soplo de vida fuese a perderse en la lívida boca de ella.

Y mi madre exclamó entonces doña Luz , ¿no pudo nunca volver a verme desde que volvió de Lima su marido? Pudo volver a ver a V. de lejos, pero nunca abrazarla ni besarla ni hablarla. Su pensamiento, sin embargo, estaba siempre con V. ¡Infeliz madre mía! La Condesa sabía de V. por mi Joaquina.

Anita contestaba con sonrisas.... De pronto apareció Visitación la del Banco, que vestía un traje de organdí con flores de trapo por arriba y por abajo. El escote era exagerado. Chica, vienes escandalosa le dijo la Marquesa, mientras le mordía la cara al besarla, para apagar así la risa. Visita miró como pudo hacia donde había mirado doña Rufina, y contestó sin turbarse: ¡Bah, no me parece!

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