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Actualizado: 18 de junio de 2025


Ella se sonrió y guardó silencio. En seguida le volvieron los dolores; se agitó, rechinó los dientes, pero no exhaló una queja. ¿Quieres que llame a Roberto? Ella dijo que por señas. Traedme también al niño murmuró. Accedí a su pedido. Hizo colocar a la criaturita en su cama a su lado y la contempló por largo rato. Trató también de besarla, pero estaba demasiado débil.

Miguel fue muy gustoso a besarla en la mejilla, pero en aquel instante la dama sacó la cabeza por la ventanilla para ver los edificios de la Puerta del Sol, mientras le tendía su mano enguantada. El niño, obedeciendo a un signo de su padre, la tomó entre las suyas y la besó.

Lo besó apasionadamente, derramó sobre él lágrimas de ternura y prorrumpió en estas palabras: ¡Ay cordoncito de mi señora! ¡Quién la viera ahora! Colocó de nuevo el cordón en la cajita, y sacó de ella una liga bordada y muy limpia. La besó, la acarició también y exclamó al besarla: ¡Ay linda liga de mi señora! ¡Quién la viera ahora!

Cuando tornaba, Andrés, que había vuelto un poco en su acuerdo, se levantó y, saliéndola al encuentro y tomándola por las manos, le dijo en broma: ¿Conque no me quieres, eh?... Pues ahora vas a quererme a la fuerza. Y se trabó con ella a brazo partido, queriendo besarla. Rosa se defendió bizarramente, aunque la risa le impedía a veces desplegar todas sus fuerzas.

Don Paco se acercó a Juanita para besarla. Ella le separó con suavidad y se esquivó poniéndose muy seria y exclamando: Déjame. No te llegues a . Respétame como a tu reina y como mi caballero que eres. Las flores del romero serán miel en su día; ahora, no. Ve mañana a mi casa, a las diez y media de la noche. Allí hablaremos con mi madre. Adiós.

Un beso... un beso respondieron los chicos, una niña y un niño de seis y cinco años respectivamente. ¿Nada más? La niña, avergonzada, hizo signos negativos con la cabeza. Reynoso se inclinó para besarla. Mas he aquí que cuando lo estaba haciendo, el niño le introdujo suavemente la mano en el bolsillo.

No se decidía ni a besarla, gozando con la idea de poder hacerlo a sus anchas después de recibidas las bendiciones de la Iglesia, y aun de hacerle otras caricias con la falsa ilusión de no habérselas hecho antes. Mientras comían, Fortunata se sintió anegada en tristeza, que le costaba trabajo disimular.

Palabra del Dia

rigoleto

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