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La birreta cardenalicia parecía hincharse de soberbia sobre su cabeza pequeña, blanca y sonrosada. Nunca fue llevada una corona con tanto orgullo como aquel gorro rojo. Extendió su mano enguantada de púrpura, sobre la que lucía la esmeralda episcopal, y con un gesto imperioso hizo que uno tras otro fueran besándola todos los canónigos.

Rosalía la miraba de soslayo y no pudo menos de pasmarse de aquel pelo de cabra de un color tan original y bonito, y del aspecto decentísimo de la joven, bien enguantada y mejor calzada. «Es graciosilla» dijo para ; y se quedó con ganas de preguntarle dónde había comprado el pelo de cabra... Quizás Amparito se lo había mandado de Burdeos. ¡Luego llevaba un alfiler de pecho tan chic...! ¡Cómo se le fueron los ojos tras él a Rosalía!».

Miguel fue muy gustoso a besarla en la mejilla, pero en aquel instante la dama sacó la cabeza por la ventanilla para ver los edificios de la Puerta del Sol, mientras le tendía su mano enguantada. El niño, obedeciendo a un signo de su padre, la tomó entre las suyas y la besó.

¡Tanto mejor! repuso ella. ¡Bueno! continuó el baróncito, tomando su sombrero . ¡De acuerdo!... ¿Me permitís que os un beso en la mano? ¡Con mucho gusto! y le tendió la suya enguantada. Julio Grèbe salió con aire de triunfador, ganando la calle por la escalera privada de su departamento.

A la mañana siguiente llegaron las visitas: el desfile de levitas negras y tupidos velos, el paso por aquella casa de los amigos y conocidos, todos con la enguantada mano tendida, un gesto de amargura en el rostro y la palabra de resignación guardada cuidadosamente para tales casos.

No contestó el tenor por lo pronto, lo cual desconcertó al buen aficionado, principalmente por lo que pensarían sus amigos; mas ¡oh gloria inmortal, oh momento inolvidable!, al lado de Mochi, frente a la cáscara del apuntador, había una mujer, una señora, con capota de terciopelo, debajo de la cual asomaban olas de cabello castaño claro y fino; y aquella mujer, aquella señora que había notado el saludo de Reyes, tocó familiarmente con una mano enguantada en un hombro del tenor, y le debió de decir: En aquel palco te han saludado.

La Regenta le sonreía de lejos, con la expresión dulce y casta de poco antes, y le saludaba tímidamente sin aspavientos con el abanico.... Después no se vio más que el anguloso perfil de Ripamilán, que movía los brazos como las aspas de un molino de muñecas. El otro coche pasó como un relámpago. De Pas vio una mano enguantada que le saludaba desde una ventanilla.

Luego indicó con sus ojos a la inglesa, que permanecía tiesa y grave durante esta ceremonia, sin la cual ninguna joven bien nacida puede cruzar su palabra con un hombre: «Miss Gordon, doctora de la Universidad de MelbourneLa miss alargó su manecita enguantada de blanco y sacudió con una rudeza gimnástica la diestra de Febrer. Sólo entonces se decidió a hablar.

Cuando éste se presentó, la dama se hallaba instalada en el sofá charlando con el desembarazo de una amiga que el día anterior les hubiese visitado. Conste que esta visita no es para usted le dijo sonriendo y tendiéndole su mano enguantada. No me atrevería yo a imaginarlo, señora replicó él apretándosela tímidamente. ¡Por si acaso!

Sus manazas toman instintivamente, sin saber lo que hacen, la diestra enguantada y fina, oprimiéndola cariñosamente. ¡Ah, señora duquesa!...