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Actualizado: 9 de mayo de 2025


El bosque estaba húmedo aún; los rayos del sol no habían tenido tiempo de ahuyentar el frescor nocturno; por eso el doctor Chevirev prefería dar un rodeo y caminar por campo abierto. Bien afeitado, muy currutaco con su sombrero de copa, balanceaba negligentemente su mano enguantada, y silbaba, acompañando a los pájaros, cuyas canciones resonaban en la atmósfera.

De pronto, oyose en la escalera sedoso crujir de vestidos. Ramiro se irguió. Cubierta de un velo obscuro, una mujer acababa de aparecer sobre la torre; su mano, enguantada, abatió con gracia el embozo. La pálida tez de Beatriz resplandeció entonces con blancura de mármol, y sus lustrosos cabellos, ceñidos por un aro de oro, tomaron en la noche azulenco pavón de armadura sombría.

Abriose la puerta de este, y entró Baltasar, ceñido el fino talle por un uniforme intachable; y después de saludar cortésmente a la madre y a las niñas, se sentó al lado de la mayor, arreglándose el pelo con la enguantada mano, y estirando levemente, con notable desembarazo, la tirilla.

Llevaba una gorra de terciopelo rojo coquetamente ladeada, rico y bien ceñido traje y en la enguantada diestra un pequeño halcón, cuyas erizadas plumas acariciaba suavemente. Roger notó que la hermosa desconocida tenía todo un lado del vestido manchado de lodo.

Y así fue. Desde las once de la noche una larga fila de coches iba poco a poco dejando en el vestíbulo del palacio centenares de convidados; las damas, envueltas en riquísimos abrigos, bajaban de sus berlinas y sus clárens, dejando ver pies coquetamente calzados que se apoyaban un momento en el estribo, mientras con la mano, enguantada hasta el codo, recogían la larga cola ornada de valiosos encajes; los lacayos recibían órdenes de volver a la madrugada; los mirones y curiosos, estacionados en la acera opuesta, contemplaban aquellas grandezas haciendo comentarios, sugeridos por la hermosura de las mujeres o la envidia de las riquezas; los salones se iban llenando, y el calor que la aglomeración y las luces engendraban iba animando y coloreando los rostros.

No, Ernestina dijo por fin, tuteando a su mujer . Nunca nos uniremos. Te conozco: todas sois iguales. Es mentira lo que dices. Sigue tu camino, como si no nos conociéramos... Pero no pudo continuar. Su mujer le volvía ahora la espalda. Lloraba descansando la cabeza en el respaldo del asiento, y su enguantada mano introducía el pañuelo bajo el velillo para secarse las lágrimas.

Al entrar en la berlina, había apretado con efusión la mano enguantada de la generala y la había conservado en su poder.

Está erguida en su asiento, con la capota blanca y negra, de la que pende un largo velo, enguantada, rígida, lo mismo que la vi en la noche anterior, como si no hubiese dormido. Contempla el nevado paisaje que pasa veloz por las ventanillas; pero su pensamiento se halla lejos. Me entrego á la lectura, y de pronto me distrae un rumor de voces en el departamento inmediato.

Pero, al decir esto, se interrumpió a misma al notar la profunda palidez del marqués: paróse, pues, y tocándole en la espalda con su pequeña enguantada mano, díjole: ¡Realmente lo siente usted mucho, amigo mío! ¡Siento que mi existencia se desploma! replicó Pedro, sonriendo con tristeza . Escúcheme... crea usted que nunca olvidaré cuánto le debo... Pero, ¿está segura de que se va al convento?

Y misia Casilda, dando palmadas sobre la mesa con su mano enguantada, se impacientaba, seria, de nuevo, y severa, como antes, exigiendo se le confesara el monto total de la deuda, inmediatamente: el joven, entonces, hizo declaraciones completas... Treinta mil nacionales a don Raimundo de Melos Portas e Azevedo, el más temible de sus acreedores, porque tenía un pagaré bajo su firma, que le era forzoso, absolutamente imprescindible, recobrar al día siguiente, y si no lo recobraba, perdería la vida con la honra: lo había jurado; cincuenta mil a Rocchio, el corredor; veinte mil a un fulano del Club del Progreso, y cincuenta mil más, repartidos entre varios corredores de la Bolsa por operaciones malogradas en los días que iban de mes... total, ¡ciento cincuenta mil nacionales!

Palabra del Dia

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