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Un día de gran calor, Manos Duras montó á caballo para ir al pueblo á hacer unas compras. Era en las primeras horas de la tarde. Los habitantes europeos de la Presa, al mirar el almanaque, pensaban en la nieve y los fríos huracanes de sus países, que estaban todavía en pleno invierno.
¿Quiere usted hablar o no? ¡Maldita sea mi suerte! Allá voy... Ya sabe usted, Tristanito, que a mí no me gusta pasearme por las calles y que muchos días monto a caballo y me salgo por las afueras. Sí, sí, ya lo sé. ¡Adelante! Y que suelo comer donde me pilla... a lo mejor en cualquier taberna... Creo que con eso no ofendo a nadie y que usted no me despreciará, ¿verdad, señor Aldama?
El truhán de Ruperto la posó en tierra sin hacer caso de sus gritos, pero sin violencia; al contrario, la besó riéndose y le dio dinero. Después montó de un salto, a mujeriegas, y me esperó. Yo me detuve y le esperé a mi vez. Dirigió su caballo hacia mí, pero lo detuvo a corta distancia y alzando la mano preguntó: ¿Qué ha hecho usted en el castillo? He matado a sus tres amigos respondí.
El fraile quiso huir de la isla de perdición, y el rey se lo impidió poniendo embargo a todas las barcas y navíos. Entonces el santo bajó al solitario puerto de Sóller, tendió su manto sobre las olas, montó en él y emprendió el rumbo hacia las costas de Cataluña.
Cuando éste hizo quiebra, gracias a la reputación de honrado, activo e inteligente que había adquirido entre los hombres de negocios se abrió pronto camino en la Bolsa, montó una casa de banca y logró adquirir un capital considerable.
Lo que sí está fuera de duda es que con ella quería decir don Máximo dar a entender algo insignificante, baladí o de poco monto. Y basta con esto para que sepamos a qué atenernos sobre la opinión de la ciencia en lo referente a los males de doña Gertrudis. Después del nacimiento de Marta, las dolencias de doña Gertrudis no desaparecieron, sino que cambiaron de rumbo.
D. Pedro no podía creer las noticias y sin decir nada a sus hijos, montó a caballo y se fue 5 a la finca para informarse del suceso. Llovía a cántaros y no vio a nadie en el camino. Al llegar a su finca no vio a nadie tampoco y creía que ya se habían ido los moros. Algunos momentos después se vio rodeado de cuarenta de 10 ellos a las órdenes del famoso alcaide de Loja, Aliatar.
Pero ya que de esto hemos venido á hablar, oigamos describir al mismo historiador la manera cómo montó á caballo por última vez el protagonista del siglo de los héroes, el vencedor de mil combates, el hombre de hierro.
Del cielo recibiste sagacidad, y yo añado el don de inspirar confianza: ve, mira, escucha, observa, y nada temas, que en todas partes serás bien visto. Montó pues Babuco en su camello, y se marchó con sus sirvientes.
Al día siguiente y á la hora de la siesta mandó el Asistente con gran prisa llamar al canónigo á su casa, el cual montó en su mula, como era costumbre, y con sus criados fué muy orondo á ver lo que se le ofrecía á su señoría, bien ageno, por cierto, de la sorpresa que le aguardaba.
Palabra del Dia
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