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Y el labriego, insensible á las melosidades gitanas, encerrado en mismo, pensativo é incierto, miraba al suelo, miraba á la bestia, se rascaba el cogote, y acababa diciendo con energía de testarudo: Bueno; pues no done mes . Bueno; pues no doy más.

¿Tiene usted la partida de bautismo? La tengo dijo el salvaje mirando al cofre sobre el que se sentaba Rafaela. No, no saque usted papeles, que tampoco prueban nada. En cuanto a la paternidad natural, como usted dice, será o no será. Pediremos informes a quien pueda darlos. Izquierdo se rascaba la frente, como escarbando para extraer de ella una idea.

¡Que estamos conformes, mujer!... Pero.... Y Simón se rascaba la cabeza y fruncía la boca. En esto entró el señor cura, venerable viejecito, a comprar dos cuartos de hilo negro para recoserse la sotana. Más a tiempo no podía usted llegar, señor don Justo le dijo Simón. Pues ¿que ocurre? preguntó el cura. Algo muy serio para nosotros respondió Simón ingenuamente.

Un murmullo de curiosidad se elevó del corro, semejante al que surge de una reunión electoral cuando el discurso del candidato queda cortado por una objeción imprevista. Todos los ojos se volvieron hacia el viejo, que se rascaba la cabeza, mirando al suelo con una expresión de inquietud y de duda. De pronto sonrió, triunfante.

Aresti admiraba toda esta actividad como si le sorprendiera por primera vez. Bilbao es grande se decía con cierto orgullo. Hay que confesar que esta gente ha hecho mucho, ¡Lástima que valga tan poco cuando la sacan de sus negocios!... Pasaban ante el tren los diques, con sus grandes vapores en seco, al aire la roja panza, que una cuadrilla de obreros rascaba y pintaba de nuevo.

Pero esto era lo que menos importaba a aquel rústico. Seguro de tener a D. Juan bajo sus tacones, reía como un bestia, se rascaba la cabeza y dejaba escapar algún dicharacho grosero que ponía aún más fuera de al canónigo. Cuando, haciendo grandes rodeos, éste enteró a D. Juan de lo que ocurría, el desgraciado padre quiso volverse loco de desesperación e ira.

El Marqués gritaba desde la galería del primer piso: ¡Eh, locos! ¡locos! que os echo los perros, que destrozáis la yerba de Pepe.... ¿Qué va a cenar el ganado? ¡Locos!... Pepe, no lejos del pozo, vestido con los trapos de cristianar, más una corbata negra que había creído digna de un factor, dejaba hacer, dejaba pasar, se rascaba la cabeza y sonreía gozoso....

Todos, en su furia creciente, acudían á Pimentó. ¿Podía esto consentirse? ¿Qué pensaba hacer el temible marido de Pepeta? Y Pimentó se rascaba la frente oyéndoles, con cierta confusión.

Jacinta fue tras él con la sombrilla levantada. «Que no me coges». «A que ». «Que te mato...». Y corrieron ambos por el desigual pavimento lleno de yerba, él riendo a carcajadas, ella coloradita y con los ojos húmedos. Por fin, ¡pum!, le dio un sombrillazo, y cuando Juanito se rascaba, ambos se detuvieron jadeantes, sofocados por la risa.

Me parece que está bien rematadita la cosa; y picante... y hasta la empuñadura, ¿eh? El tabernero trasladó la mano que tenía junto a la oreja, al cogote, entre cuyos pelos grises, cerdosos y tupidos metió las uñas para rascarse. No he comprendido cosa mayor dije mientras se rascaba, la entraña de todo eso que has plumeado ahí. Como gustar, me gusta el palabreo y la... ¡Vaya! de lo mejor.