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¡Señora, no puede ser!, usted se equivoca exclamé sin poder contener la fogosa cólera que desarrollándose en como súbito incendio, no admitía razón que la refrenara, ni urbanidad que la reprimiera . Usted se burla de ; usted me humilla y me pisotea como siempre lo ha hecho. Qué furioso te has puesto me dijo sonriendo . Cálmate y no seas loco.

ASCLEPIGENIA. ¡Atenais! ¡Atenais! ¡Acude! ¡Oh desgracia! Acude; trae un pomo de esencias. ¡Nos quedamos sin filosofía! Ya no hay filosofía posible. Ya no hay más que ciencias positivas y prosaicas. Mi filósofo se me muere. ATENAIS. Cálmate. No es nada. Ya vuelve en . ASCLEPIGENIA. ¡Buen susto me he llevado! ¡Pobrecito mío de mi alma! ¡Qué malo se me puso! Ha sido un momento de debilidad.

Por vida mía, que se le ha de pasar la gana. Ahora mismo voy a presentar mi queja a la policía. ¡A la policía! ¿Estás en tu juicio, hermano? exclamó la marquesa. Si salgo con bien de esta dijo Rafael a Rita , hago voto a San Juan el Silenciario de imitarle durante un año y un día. Mi querido León prosiguió la marquesa , por Dios te ruego que no des tanta importancia a una niñería. Cálmate.

No son malos rectificó dulcemente la madre. Los hombres no son malos ni buenos... Unos son ricos y otros son pobres... Eso es todo. ¡Cálmate, hijo mío! Las crueles emociones de esa trágica mañana enfermaron gravemente a Ramón. Su madre tuvo que llevarlo al hospital, donde pasó muchos días entre la vida y la muerte.

Cálmate, papá..., cálmate, por Dios... Voy perfectamente... Cuando se sufre por Dios, el sufrimiento se convierte en placer.

No hay impulso más bello que el tuyo... Pero anda con cuidado, porque puedes llegar tarde!... ¡No, no, cálmate! No tengo ninguna idea de ofender a tu novia, y creo, como te he dicho, que no está contaminada aún por la podredumbre que la rodea.

¡Bonito papel para un joven el de procurar lecturas nocivas a la mujer a quien quiere, y buen modo de amar... suponiendo que te ame! ¿Por qué dices eso? Cálmate, hija, cálmate; no quiero decir, ¡Dios me libre! que ese joven no te estime: lo que me choca, es que le quieras a él. ¡Ya lo creo que me quiere!

Es mentira, ¿no es verdad, hijo mío? no es gota, ¿verdad, Pepe? decía el enfermo. No, papá; cálmate, por Dios: ¡ha sido una infamia! Sólo al cabo de dos o tres horas, seguro ya de que nadie se atrevería a molestar al viejo, marchó Pepe a su trabajo, observando al salir que doña Manuela estaba encerrada con Tirso en el cuarto de éste.

Caramba, niña dijo Antoñona , vas a conseguir que suelte yo el trapo a llorar y que berree como una vaca. Cálmate, y no pienses en morirte, ni de chanza. Veo que tienes muy excitados los nervios. ¿Quieres que traiga una taza de tila? No, gracias. Déjame... ya ves como estoy sosegada. Te cerraré las ventanas, a ver si duermes.

Vamos, cálmate, serénate; habla con orden y con juicio para no decir disparates. ¿Y cómo no decirlos, cuando el espíritu del mal me posee? ¡Ave María Purísima! Muchacha, no desatines. Mira, hija mía: tres son los demonios más temibles que se apoderan de las almas, y ninguno de ellos, estoy seguro, se puede haber atrevido a llegar hasta la tuya.