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Por último, me ha leído mi padre cosas sutiles y un poco hondas para ser penetradas de pronto; pero que suspenden y enamoran cuando se medita en ellas. Es lectura que a él no le agrada, por no comprenderla, y que a me ha cansado también unas veces, deleitándome otras. Pero no hay duda que cuando se da con un autor que sepa hablar con claridad, esas materias son preciosas.

Dánles parte de su pobreza, admítenlos en su casa y quisieran meterlos también en su corazón, de suerte que presto se olvidan los bárbaros de su nativo suelo y se enamoran de la santa ley divina, de la cual ven en sus huéspedes ingerida tan bella virtud entre hombres tan salvajes como ellos, pues es un gran milagro que aun en las necesidades extremas usen, cuando son gentiles, de piedad unos con otros, aun aquellos á quien la Naturaleza ha estrechado con los fuertes lazos de la sangre.

En cambio las obras dramáticas de Sardou y de Dumas hijo, que tratan de pintar el mundo elegante de París, enamoran, pasman y hechizan á no pocas de nuestras damas. No advierten que aquellos discreteos y tiquis miquis suelen estar confeccionados con una más honda y radical cursería. Con relación á la nuestra es como el aguardiente con relación al vino.

Somos frágiles: verdaderamente puedes decir: «No me llamo Benina, sino Fragilidad...». Pero no te apures, pues ya sabes que no he de ir con cuentos al Sr. de Ponte para desprestigiarte, y deshojar la flor de sus ilusiones... ¡Qué risa!... No viendo en ti, como no puede verlo, una figura elegante, ni un rostro fresco y sonrosado, ni modales finos, ni educación de señora, ni nada de eso, que es por lo que se enamoran los hombres, habrá visto... ¿qué?

»Aquí me asombré ya mucho más que antes. Conociolo mi madre, y continuó así: » Te lo repito y te lo demuestro. Los hombres como Pepe Guzmán, no sirven para lo que tiene que servir aquí tu marido; y aunque sirvieran, no querrían, porque los ejemplares de esa casta... no se enamoran para casarse. »Me ofendió el dicho como debe ofender un bofetón.

Me volveré de este otro lado... »El tal marqués viudo de Saldeoro está loco por ; pero no seré tonta, no le daré a conocer que me gusta... ¡Y cómo me gusta!... En fin, suspiremos y esperemos. Conviene tener dignidad. ¿Soy acaso como esas cursis que se enamoran del primero que llega? No, en mi clase no se rinde el corazón sin defenderse. Firmeza, mujer.

Los convidados peregrinos ya hemos dicho que acuden de lejos cruzando los aires. Otros, que no peregrinan, despiertan de prolongado sueño, se revisten de sus vestimentas más ricas, y acuden también. Todos, como buenos vasallos, procuran imitar a los príncipes. Y como los príncipes están enamorados y van a casarse, todos se enamoran y se casan.

Hay laumedones de ojos, decídselo vos, que se enamoran por debajo de las faldas de los sombreros, haciendo señas con las manos y visajes con los rostros, torciéndose los mostachos, dando la mano en el aprieto, la capa en el camino, el regalo en el pueblo, y sin hablar palabra en todo el año

Y así, medio riendo, le dije que mandaban también tener entre los desesperados que se ahorcan y despeñan, y que como a tales no las enterrasen en sagrado a las mujeres que se enamoran de poeta a secas.

El amor de Luz es el primero que usted siente, y cree imposible hasta la vida si ese amor se le malogra. Todos los hombres creen y sienten lo mismo la primera vez que se enamoran; pero después, andando los años, van cambiando de parecer, y el obstáculo que de novicios se les antojó desventura sin ejemplo, ya con muchas barbas, le consideran como una dádiva de su buena suerte.