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Basta, basta dijo al cabo apartándola suavemente. ¡Que me vas á gastar la figura, hija mía!... Ya ves, soy poco y me vas á dejar en añadió riendo. Para lo eres todo, la ciudad de Cádiz, el Puerto, San Fernando y el arsenal no valen lo que este bigotito negro tan suave como la seda. Y se lo atusaba con la punta de los dedos, clavándole al mismo tiempo una mirada de adoración infinita.

¿Cómo has venido esta noche por acá? le preguntaba ella. Yo pensé que estarías en la lumbrada de la Pola. Ya sabes que no me gustan las lumbradas. No digas eso: que te tiraba más la querencia hacia Lorío, aunque sea mentira replicaba ella clavándole una mirada enloquecedora. ¡Oh, no es mentira! , es mentira, embustero, es mentira... ¿Ves cómo te pones colorado?... ¡Porque es mentira!

Al oír esto Melchor que se ponía el «panamá» mirándose en el espejo del ropero, dio vuelta rápidamente hacia Baldomero clavándole la vista como en un reproche y cuando parecía que iba a prorrumpir en una amenaza dijo como renunciando a ella y como para terminar con el diálogo: ¿Mandó ensillar el zaino? ...Voy... , señor... voy... ¡cómo... ha... de... ser!... contestó Baldomero alejándose.

Poseído nuevamente de furor, al sentir que se levantaba, se arrojó sobre ella, clavándole la zarpa en los brazos, y manifestando con rugidos, más que con voces, su ardiente anhelo de tenerla en su compañía. « queriendo ti... Matar , ajogar mismo yo en río, si no venier ...

Intenté hacerle avanzar, clavándole impíamente las espuelas; el noble animal, comprendiendo sin duda la inmensidad de su deber y tratando de sobreponerle a la agudeza de su dolor, dió algunos botes; pero cayó al fin, escarbando la tierra con furia.

No terminó la frase: con la fuerza y prontitud que caracterizan al león en su ataque, con la sanguinaria avidez con que el cachorro de un tigre se arroja sobre su primera presa, lanzóse el niño a Jacobo, clavándole las uñas en la garganta, dándole cabezadas en el rostro, pateándole todo el cuerpo con las robustas piernecillas, que parecían tener músculos de acero.

A las rubias les gustan los morenos, a los flacos las gordas, a los altos las chiquitas... ¿No te gusto yo a ti siendo tan alto y yo tan pequeña? No sólo es por eso dijo él riendo y atrayéndola hacia . ¿Por qué más? preguntó ella clavándole una mirada provocativa. No . ¿Quieres que te regale el oído? ¿Por qué más? insistió sin dejar de mirarle. Por lo feísima que eres.

Ya sabemos que dibujo mal dijo clavándole una mirada provocativa, relampagueante, que obligó al joven a bajar la suya. No es cierto eso; no dibujas mal respondió él en voz baja y levemente temblorosa, acercando el rostro al papel que Venturita tenía sobre el regazo. Pura galantería. Convendrás en que podía estar mejor. Mejor... mejor... todo puede estar mejor en el mundo. Está bastante bien.

Fernanda sonreía clavándole una mirada, cariñosa; el mismo D. Pedro dulcificaba sus ojos, altivos, feroces y dejaba escapar de su garganta un amago de carcajada. ¡Qué esfuerzo prodigioso le costaba al conde aparecer sereno en estos, momentos! Le parecía que tenía un abismo abierto a sus pies.

Para todo es igualmente hermoso. ¡Vamos! exclamó la dama echándose hacia atrás y clavándole una mirada de burla cariñosa. Al fin has recobrado el uso de la palabra... Pues bien añadió en tono serio, no sabes las vueltas que hemos tenido que dar esta mañana para buscarle nodriza. Me han traído tres. Ninguna me ha gustado.