United States or Central African Republic ? Vote for the TOP Country of the Week !


Hay motivos para creer que cuando Papitos entró a media noche en el cuarto de Nicolás Rubín y le dijo sacudiéndole fuertemente: «Señor, señor, su tía que vaya allá ahora mismo», el santo varón soltó un bramido y dio media vuelta volviendo a caer en profundo sueño.

El volcán que rugía en el pecho de la señora de Jáuregui no podía arrojar su lava sino sobre Papitos, que para esto justamente estaba. Había empezado aquel día la monilla por hacer bien las cosas; pero la riñó su ama tan sin razón, que... ¡diablo de chica!, concluyó por hacerlo todo al revés. Si le ordenaban quitar agua de un puchero, echaba más.

Era Fortunata que, cuando iba tarde, llamaba con timidez y cautela, como si quisiera que hasta la campanilla comentase lo menos posible su tardío regreso al hogar doméstico. Papitos corrió a abrir, y doña Lupe fue a la cocina. Maxi habló con su mujer en un tono que indicaba la complacencia de verla, y se quejó suavemente de que no hubiese entrado antes.

El inconveniente de esto consistía en que Papitos tenía mucha más fuerza que él. Eres lo más animal y lo más grosero... balbució Rubín , que he visto en mi vida. Si no te curas de esas tonterías, nunca serás nada. Papitos alargó el brazo izquierdo en que tenía la media, y asomando sus dedos por los agujeros, le cogió la nariz al señorito y le tiró de ella.

Una tarde estaban doña Lupe y Fortunata en la sala cosiendo unas anillas a las magníficas cortinas de seda con que se había quedado la señora por préstamo no satisfecho, cuando Papitos, que se había asomado al balcón para descolgar la ropa puesta a secar, empezó a dar chillidos: «Señoras, vengan, miren... ¡cuánta gente!... Han matado a uno». Asomáronse las dos señoras y vieron que en la parte baja de la calle, cerca de la esquina de la de San Carlos, había un gran corrillo que a cada momento engrosaba más. «Hay un cadávere difunto allí en mitad de la gente» gritó Papitos que tenía medio cuerpo fuera del balcón.

Si se castigara a los seductores y a los petimetres... la sociedad...». Papitos dormía como un ángel, apoyada la mejilla sobre el brazo tieso, y conservando en la mano de él la media, por cuyos agujeros asomaban los dedos. Dormía con plácido reposo, la cara seria, como si aprobase inconscientemente las perrerías que el otro decía de los seductores, y aprovechara la lección para cuando le tocara.

Lo que me anonada es que mi tía consienta esto, mi tía que me quiere tanto. ¡, ya que no me quieres; pero mi tía...! Vamos que... Pues esa víbora de Papitos, con su cara de mona... ¡Qué humanidad, Dios mío! El hombre honrado no tiene defensa contra tanto enemigo; la traición le rodea; la deslealtad le acecha. Aquellos en quienes más confía le venden.

Doña Lupe dejó las ociosas plumas a las cinco de la mañana cuando aún no era de día, y arrancó de la cama a Papitos, tirándole de una oreja, para que encendiera la lumbre. ¡Flojita tarea la de aquel día; un almuerzo para doce personas! Llamó a Fortunata para que se fuera arreglando, y acordaron dejar dormir a Maxi hasta la hora precisa, porque los madrugones le sentaban mal.

Fortunata determinó volverse a su casa, pues tenía algo que hacer en ella, y repitiéndole a Papitos las varias disposiciones dictadas por la autócrata en el momento de su segunda salida, se puso el mantón y cogió calle.

La única persona que no participaba ni poco ni mucho de este respeto era Papitos, que cada día le trataba con familiaridad más chocarrera. «Feo, cara de pito, memo en polvo decíale sacando un trozo de lengua tal que casi parecía inverosímil . Valiente mico está vusté... Verá cómo no le dejan casar... , para vusté estaba.