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Las cartas de la superiora y las embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja descarriada, mas no lograron que tornase al redil. De allí en adelante, don Luis toleró que Paz, de tarde en tarde, gastara algo en sabanillas, mantos y encajes, pero no la dejó volver a poner los pies en el convento.

Si el embajador, Hamza-Bajá, se hubiese encontrado en París, hubiera zanjado la cuestión sin duda alguna, imponiendo su autoridad; pero, desgraciadamente, desempeñaba al mismo tiempo las embajadas de Francia y de Inglaterra, y se hallaba entonces en Londres.

Pues si no ha de estar en Madrid más que unos cuantos días, y no tiene horas extraordinarias de acostarse y levantarse, no hay inconveniente en que V. le ponga una cama en el gabinete.... Pero cuidado... ¡sin ejemplar!... Descuide V., señorito, no volveré a molestarle con estas embajadas: Lo hago únicamente porque D. Ramón no vaya a parar a otra casa.

A 12 de octubre tomó posesion el nuevo obispo D. Juan Rodriguez Fonseca, muy empleado por los reyes católicos en servicio del Estado, y á quien el Dr. D. Fr. De sus empleos y embajadas hacen mencion todos los historiadores de este tiempo.

Hace mucho tiempo que nos dejaste y que estás corriendo por el mundo de las embajadas, para darte cuenta de la fijeza proverbial de las costumbres de nuestro amigo. Piensa que nunca ha viajado para no separarse de sus libros y de su mesa. Aquel espíritu tan curioso se ha condenado a no conocer nada del vasto mundo más que por la lectura y por su maravillosa intuición de las cosas.

-Por cierto, buen escudero -respondió la señora-, vos habéis dado la embajada vuestra con todas aquellas circunstancias que las tales embajadas piden.

El local de sus embajadas era siempre la cocina, con gran peligro de que el terrible Desnoyers llegase hasta allí en una de sus evoluciones de hombre laborioso, sorprendiendo al intruso. Doña Luisa lloraba, conmovida por las dramáticas palabras del mensajero. ¡Qué podía hacer! Era más pobre que sus criadas; joyas, muchas joyas, pero ni un franco.

Cuando el reinado de El-Hakem, habia ya tenido lugar en Córdoba la recepcion de aquellas brillantes embajadas enviadas por los emperadores de Bizancio: las huestes árabe-españolas habian hecho estremecer el Africa al sangriento choque de sus armas vencedoras; la Europa entera fijaba aqui los ojos conociendo que habia de partir de aqui la civilizacion de pueblos sumidos aun en la ignorancia y la barbarie.

Acusósele de haber promovido la insurrección de Nápoles para arrancar esta ciudad al dominio de España buscando el aumento del territorio pontificio; y al hablar de él nadie calla la intimidad que tuyo con su cuñada Olimpia Maldachini, la cual oculta tras un cortinaje, asistía a embajadas y audiencias, y vendía las dignidades y beneficios eclesiásticos.

Pero las embajadas quedábanse siempre en el camino, y únicamente llegaba como disperso algún europeo renegado que iba describiendo las maravillas de las ciudades asiáticas con una exuberancia que enardecía las imaginaciones. La lectura de los libros santos hacía revivir en los doctores cristianos la memoria de las ricas tierras del Asia oriental.