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Su última sonrisa se había inmovilizado, convirtiéndose en una mueca fría y lúgubre. Ra-Ra levantó uno de los brazos de su amada, y el brazo volvió á caer con la inercia de la muerte. Entreabrió sus párpados, y sólo pudo encontrar un globo vidrioso y empañado, del que había huído toda luz. ¡Ha muerto, gentleman! gritó llorando como un niño.

El padre Aliaga se detuvo de repente, y oprimiendo el brazo de Montiño, hasta el punto de hacerle gritar de dolor y de miedo, y convirtiéndose de fraile en hombre, y en hombre enérgico y terrible, exclamó sacudiendo con furia al cocinero y con voz concentrada, espantosa: ¡Miserable! ¡habéis envenenado un manjar que debe comer una criatura de Dios!

Las censuras severas, que su buen juicio le dictaba, salían de sus labios neutralizadas ya por la sonrisa y por la blanda languidez del acento con que las profería, y acababan de perder todo su valor, convirtiéndose en apasionadas muestras de gratitud, merced a las miradas cariñosas con que las acompañaban sus ojos. Doña Luz distaba mucho de ser vana, y distaba más aún de ser codiciosa.

A lo largo de esos ríos divísase una ola infinita de juncos, de salcedas, de plantas diversas, las cuales, por los grados de las aguas que con ellas se mezclan convirtiéndose paulatinamente en salobres, acaban por hacerse plantas marinas. En las landas, preséntase antes del mar otro mar de hierbas duras y de corto tallo, helechos y matorrales.

Ya las sombras de la tarde iban convirtiéndose en profunda obscuridad, y el fuerte viento me cortaba las carnes como cuchillo al pasar las encrucijadas que hay a media milla de la aldea de Helpstone, cuando de repente surgió de junto del alto seto de acebos la figura de un hombre corpulento, y una voz profunda exclamó: Disculpe, señor, pero soy un forastero en estos lugares, y tengo a mi hija desmayada. ¿Hay por aquí cerca alguna casa?

Menos el novelista, que guardaba huraña actitud, el curso íntegro, divertido por la situación, imitó en masa al payaso, convirtiéndose en un cortejo de plañideras. De cuando en cuando, alguno retorcía el pañuelo, como si estuviese empapado en lágrimas, para exprimirlo a la usanza de las lavanderas al tender la ropa al sol...

Las fabulosas riquezas que esparcieron en los Estados-Unidos, los veneros de oro de los, placeres de California, hicieron que lo que al principio fueron chozas, fueran luego casas, convirtiéndose estas más tarde, en verdaderas calles de palacios, emporios de riqueza y de tráfico, acariciando bien pronto las brisas del Océano Pacífico, ciudades tan ricas y populosas como lo es San Francisco.

Al fin, si la temperatura continúa bajando, el arroyo se solidifica de una á otra orilla, y á veces se congela hasta el fondo, convirtiéndose en una calzada de mármol verdoso manchado de puntos blancos por las vesículas de aire que encierra. Las cascadas, solidificadas, parecen de lejos cortinajes de seda cuyos pliegues han cesado de ondular.

No podemos evadir ninguna de las leyes de nuestra naturaleza; no nos es dado pasar al reino humano, á pesar de que á los hombres se les permite venir al nuestro, convirtiéndose en monigotes netos. ¡Cosa más particular! exclamó Migajas lleno de asombro. Ya sabes todo lo necesario para la iniciación muñequillesca. Nuestros dogmas son muy sencillos.

Cuando hay calamidades se perdonan las rentas, y el tambobo abre sus puertas, convirtiéndose en piadoso pósito, seguro remedio de la propiedad y del labrador. El viajero tiene no menos ventajas que el colono y el enfermo.