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No me explico ese constante fenómeno de mi espíritu; pero un buitre, con las alas abiertas, cerniéndose sobre el pico de un peñasco, hace siempre surgir en mi memoria el mito soberbio de Prometeo, como un caimán durmiendo en las arenas rehace para el mundo faraónico...

Océano era un viejo dios de luengas barbas y cornuda la cabeza, que vivía en una caverna submarina con su mujer Tetis y sus trescientas hijas las Oceánidas. Ningún argonauta se atrevía á ponerse en contacto con estas divinidades misteriosas. Sólo el grave Esquilo había osado representar á las Oceánidas, vírgenes verdes y sombrías, llorando en torno del peñón en que estaba encadenado Prometeo.

Desgraciadamente, un nuevo Prometeo les ha robado el fuego para comunicárselo a sus hechuras, y este menudo oficio ha salido del gremio para entrar en el número de las profesiones conocidas, de las instituciones sentadas y reglamentadas.

Decididamente quería deslumbrarle y hacerle pagar caro lo de Proteo y Prometeo; porque D. Basilio no acostumbraba a hacer alardes de erudición, y a la cabecera de los enfermos más parecía un moralista del género de los elegantes y atildados, que un doctor de borla amarilla.

Prometeo hace una copia de Minerva, de la razón eterna, y es llevado en alas de la diosa por los espacios celestes al palacio del dios del sol, robándole un rayo, con cuya ayuda infunde la vida en la naturaleza; pero la razón, en cuanto nace, enciende con la luz á la discordia, y, de la urna abierta por ella, salen y se divulgan el odio y la enemistad, como obscuro humo, entre el linaje humano; los dos hermanos, Prometeo y Epimeteo, se hacen la guerra entonces, cuyo azote devasta á la tierra virgen.

Los tres mayores prodigios. Idem 21 de mayo 1691. Triunfos de amor y fortuna. Idem 26 de julio 1691. Icaro y Dedalo. Idem día de Santa Ana 1693. Psiquis y Cupido. Idem 6 de noviembre 1695. La estatua de Prometeo. Idem 26 de julio 1695. La fuente del desengaño. Idem 28 de diciembre 1695. Amor procede de amor. El 26 de julio 1697. También sin envidia hay celos. Idem 28 de octubre 1697.

Eso es afirmó el médico, que no conocía de la biografía de Proteo más datos que los conducentes a su cita . El histerismo añadió , como Proteo, toma infinidad de formas. ¡Ah, ! interrumpió con ingenuidad Bonis . Dispense usted, D. Basilio; el que robó el fuego a los dioses fue otro, fue Prometeo.... Me había equivocado.

En la vegetación de estas regiones, decíamos, es donde se verifica la alegoría pagana del terrible castigo de Prometeo, ó mejor dicho, donde se admira la magnífica realización de la mitológica fuente Canatos, donde Juno recobraba la virginidad; aquí, añadíamos, la hoja del árbol no cae seca y marchita; aquí se rinde por el tiempo, mas no por falta de lozanía, dejando en su caída, no un tallo seco y mustio, sino una hermosa gemela, heredera de su juventud, de sus brillantes colores, de su pureza y de su jugo.

Lo mejor del monumento es el pedestal, cuyos magníficos relieves representan las tres Musas de la poesía y las principales creaciones de Goethe: Fausto y Mefistófeles, Miñon y Guillermo Meister, Tasso, Ifigenia, Herman y Dorotea, Prometeo, etc.

Así marchamos un cuarto de hora, conmovidos ya por un ruido profundo, solemne, imponente, que suena a la distancia. Es un himno grave y monótono, algo como el coro de titanes impotentes al pie de la roca de Prometeo, levantando sus cantos de dolor para consolar el alma del vencido... ¡Preparad el alma, amigo!