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A la vida libre de un lobo prefieren la de un perro encadenado a su caseta, porque le tienen miedo al hambre. Son traidores a nuestra libertad. Ellos han arruinado mi castillo, en los agujeros de cuyos muros, en otro tiempo terribles para nuestros enemigos, hacen ahora sus nidos los cuervos.

Con la precoz viveza de comprensión de los niños cortesanos, no se le ocultaban sus defectos ni el despreciable papel que desempeñaba cerca de ella; pero una adoración ciega y frenética que le hacía soñar noche y día, le tenía fatalmente encadenado. Los malos tratos de su ídolo, eran un aliciente que comunicaba sabor más exquisito a los deleites que disfrutaba.

Tan brutal energúmeno se conmovía pensando en un conejo al que había domesticado. Ugarte y un marsellés nos fastidiaban con frecuencia, Ugarte era el eterno descontento; la mala alimentación, la humedad, el frío, todas las molestias naturales en una cárcel de aquel género, le tenían fuera de , y sus protestas no le servían mas que para estar encadenado y en el calabozo.

Pero ya antes de esta época, sin estímulo alguno del soberano, hasta poniéndose á veces en oposición con el gobierno, había alcanzado tal altura, que apenas pudo sobrepujarla, á pesar de la ayuda que encontró en hombres eminentes que había encadenado en su corte.

No hay efecto sin causa, respondió modestamente Candido; todo está encadenado por necesidad, y ordenado para lo mejor: ha sido necesario que me echaran de casa de la baronesita Cunegunda, y que pasara baquetas, y es necesario que mendigue el pan hasta que le pueda ganar; nada de esto podia ménos de suceder. Amiguito, le dixo el orador, ¿crees que el papa es el ante-cristo?

Tomemos, pues, menos por lo serio las Odas de D. Eduardo Marquina para dejarle en paz con los poderes celestiales y prevenir cualquier milagro que le perjudique. Con tal limitación bien puede afirmarse que las Odas tienen algo a modo del Prometeo encadenado, de Esquilo, y algo también, sin que las aceptemos como profecías, de las visiones de Ezequiel y del Apocalipsis del Aguila de Patmos.

Los dos se temían y se respetaban, procurando no verse ni encontrarse en el mar, después de varios combates de los que ambos habían salido malparados. Un día, Dragut, al visitar una de sus galeras en Argel, encontró a Príamo Febrer casi desnudo, encadenado a un banco y con un remo en las manos. ¡Cosas de la guerra! dijo Dragut. ¡Cosas de la fortuna! contestó el comendador.

No podía decirse a cuál virtud lo debía, porque la iniquidad le llevaba encadenado a un desenlace ruidoso y brillante a la vez ciertamente.

En cuanto a llevarlo a Italia, ni soñarlo. París era el único lugar donde había conocido la vida y su corazón estaba encadenado al asfaltado de las calles. La pobre mujer se sentía atraída por dos deberes contrarios. Hubiera querido dividirse en dos para endulzar los últimos momentos de su hija y para conducir la vejez alocada de su incorregible marido.

El único libro que estaba entre los papeles de la mesa de trabajo, dorado y con broches, cual un devocionario elegante, era el Yacht Register de más reciente publicación, como si el millonario encadenado por sus negocios, se consolase siguiendo con el pensamiento á los potentados de la tierra que más dichosos que él, podían vagar por los mares.